El cáncer de la corrupción global

La corrupción se ha convertido en los últimos meses en una fuente de inestabilidad global. Los escándalos se amontonan a ritmo vertiginoso y hay ejemplos en latitudes geográficas diversas.

Por caso, las protestas acorralaron hace dos meses al gobierno rumano, que debió dar marcha atrás con un decreto para despenalizar los delitos de corrupción si el daño al fisco era inferior a 50.000 dólares. Un fraude fulminó a la presidenta de Corea del Sur, acusada de proteger a una amiga que cobraba enormes sumas de dinero a empresarios en un supuesto caso de tráfico de influencias. En Francia, un escándalo debilitó al candidato presidencial conservador François Fillon, desde que se conocieron detalles sobre la polémica contratación privilegiada de su esposa como empleada legislativa.

En América, la situación no es muy distinta. La remoción de Dilma Rousseff empezó a gestarse con las protestas anticorrupción de 2014 y la catarata diaria de revelaciones sobre aquellos escándalos. Su sucesor, Michel Temer, no escapa de las sospechas. Las acusaciones por fraude y lavado de dinero que pesan sobre el hijo y el hermano del presidente de Guatemala, Jimmy Morales, desgastaron su imagen. Por último, el caso de los sobornos pagados por la constructora brasileña Odebrecht arrasa con líderes de toda América latina. Sobre el ex presidente peruano Alejandro Toledo, quien se encuentra en los Estados Unidos, pesan dos órdenes de prisión preventiva, acusado de haber cobrado 20 millones de dólares de la empresa brasileña. El colombiano José Manuel Santos, último premio Nobel de la Paz, también quedó salpicado por aportes a su campaña por parte de la constructora. De la investigación surgen pagos en la Argentina, Ecuador, Venezuela, México...

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