Camino a casa: luego de 52 años se reencontró con sus hermanos

Silvia tenía cinco años la última vez que vio a su hermana menor, Luisa. La beba, de ocho meses, estaba internada en el Hospital de Niños Pedro de Elizalde y, a pedido de ella, su padre la llevó a visitarla. Luisa le estiró los brazos al verla y Silvia la alzó. Recuerda cómo su hermana le sonreía hasta que después se la llevó una enfermera. No lo sabía, pero ese sería el último abrazo.

La familia Rodríguez vivía en Tucumán, y a los pocos meses del nacimiento de la menor de los cinco hermanos, hace 52 años, se trasladó a Buenos Aires. Después de que la madre de los chicos murió y de que el padre no pudo hacerse cargo de ellos, Silvia y sus cuatro hermanos fueron abandonados. La menor, que en ese entonces tenía ocho meses, quedó internada en la ex Casa Cuna, pero antes de que cumpliera un año fue dada en adopción. El resto de los chicos fueron enviados a hogares de menores.

María Luz tenía 2 años; Silvia, 5; Roque, 7, y Olga, la mayor, 10. El varón fue al Instituto José Pizarro y Monje. Las tres hermanas estuvieron por algunos años en distintos hogares hasta que se unieron en el Garrigós, en La Paternal, donde crecieron y estudiaron.

En plena adolescencia, Roque volvió a Tucumán con una tía que podía hacerse cargo de uno de los hermanos. Como era el único que estaba solo en un hogar, las hermanas decidieron que fuera él. Al menos, dicen ellas, "nosotras estábamos juntas". Cuando egresaron del instituto intentaron buscar a Luisa, pero no sabían cómo hacerlo. Y nunca tuvieron noticias de ella hasta la semana pasada.

La necesidad de obtener su certificado de estudios para anotarse en un curso de portugués hizo que en mayo pasado, Silvia llegara hasta las oficinas de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia, en Juan D. Perón 524. Buscaron su legajo en el archivo, donde conviven alrededor de un millón de expedientes, de entre 1880 y 2006 (ver aparte). Al encontrar su legajo, Silvia pudo leer en la carátula el nombre de todos sus hermanos. En el último lugar figuraba el de Luisa Adela Rodríguez, su hermana "perdida".

Le vino a la mente la última imagen que guardaba, cuando su hermana le estiró los brazos para que le hiciera upa. No podía hablar. Tenía un nudo en la garganta y los ojos llenos de lágrimas.

Silvia, que jamás había dejado de soñar con la posibilidad de reencontrarse con Luisa, sentía que estaba más cerca que nunca. La persona que la atendió le prometió que harían todo lo que estaba a su alcance para saber el paradero de...

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