Caetano y Gil, una oración al tiempo

Alos 21 años hice un viaje por Sudamérica. Conocí muchos lugares y viví muchas historias, pero hoy, treinta años después, lo único que conservo de aquella experiencia son cuatro revistitas de editorial Abril con canciones de Caetano Veloso. Estos cancioneros que compré en Brasil, última escala del periplo, son la única evidencia de que un día yo fui aquel muchacho que anduvo por las callecitas del Cuzco y se bañó en las aguas del Río Negro. Si no los tuviera ahora entre mis manos, juraría que todo aquello no fue más que un sueño.

Entre las canciones reunidas en estos libritos figura "Oração ao tempo", una plegaria a Cronos que dice en uno de sus versos: Compositor de destinos/ tambor de todos los ritmos/ tiempo, tiempo, tiempo, tiempo/ entro en un acuerdo contigo/ tiempo, tiempo, tiempo, tiempo. Me deslumbraba entonces, cuando era un chico que no sabía nada, y me deslumbra ahora, cuando la condición de adulto me concede al menos la certeza de que no somos inmortales. Pero la canción ha cambiado. Creció conmigo y hoy me dice cosas distintas. Supongo que eso es un clásico.

A falta de uno, esta semana Buenos Aires recibió a dos clásicos. Porque a Caetano se le sumó, en dos conciertos en el Luna Park, Gilberto Gil, otro héroe de mi juventud. Escucharlos en vivo otra vez fue volver a aquellos días. O, mejor, recuperar para el presente esa antigua emoción. Ellos eran otros, más calmos, menos rebeldes, más canosos. Más viejos, en suma. Lo mismo que yo. Pero apenas salieron al escenario, cada uno con su guitarra, los años y los cambios quedaron abolidos por la belleza de canciones sin edad.

También sigue intacta la amistad que une a estos grandes. Con su talento, ambos sacudieron el mapa musical brasileño a fines de los años 60. Podrían haber competido entre sí. Sin embargo, han sido compinches en la vida y el arte. Se conocieron en la Universidad Federal de Bahía, donde Caetano estudiaba filosofía y Gil, administración de empresas. A pesar de que tocaba en bares con su hermana Maria Bethânia y componía sus primeros temas, Caetano, que también pintaba y escribía, no confiaba en su talento musical. Había empezado a tocar con Gil y un día le dijo a su amigo que él no era músico, que iba a abandonar. Gil le dijo que estaba equivocado. Y que si dejaba la música, él la dejaría también. "Es la música la que está hablando, pensé. Porque Gil, para mí, era la música misma. Entonces seguí", contó Caetano.

Esa corriente...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR