'La Cacho', el señor de los stilettos de catorce centímetros

Hasta hace pocos días, las dos obras de Copi que se presentaron en el Teatro Cervantes, como ese extraño intervalo de tono performático, hicieron que el universo trans copara la parada del teatro público. En ese díptico compuesto por las obras El homosexual o la dificultad de expresarse y Eva Perón, lo travestido como los personajes de sexualidades en estado de mutación permanente eran parte constitutiva de ese vital entramado.

Lejos de los reflectores de la gran sala histórica, el dato lo aporta el equipo de jóvenes periodistas que está trabajando en el Cervantes: en el sector vestuario de ese teatro trabaja un señor que conoce muy bien la escena trans. Se llama Oscar Larrea. Hasta ahí, el nombre quizá no diga nada. Pero para los que habitaron Morocco en los años 90 como para los que habitan los jueves de Club 69, es necesario aclarar que Oscar es La Cacho, transformista de profesión. "El morbo de vestirme de mujer -reconoce desde su lugar de trabajo- fue un divertimento que, con el tiempo, se convirtió en un trabajo gracias al cual comí, alquilé, viajé, hice de todo. Pero me retiré, ya está. El tiempo pasa y el cuerpo te pasa factura..."

La historia de La Cacho comenzó en Morocco. En los 90, ese lugar fue símbolo de una época. Podría haber sido una disco más, pero no. "Construyó su imagen pública en torno de un aparente choque de estilos: actores, funcionarios, drag queens, modelos top, artistas verdaderos, falsos poetas, drogones, estrellas de rock, rugbiers con ganas de escuchar cumbia, punks con ganas de escuchar tecno. Ese eclecticismo de pequeño parque de diversiones prohibido para menores fue el pasaporte a la inmortalidad de Morocco", despidió el mágico lugar una de las tantas crónicas periodísticas de marzo de 2001.

En aquel sitio, él (Mario) o ella (La Cacho) fue elegida su reina. "Sucedió de pedo, fue una noche muy loca", recuerda este señor que repasa su pasado de tacones tan lejanos como impresionantes con un dejo de melancolía e íntima felicidad. Un grupo de amigos le había propuesto ir todas "montadas" a Morocco [en la jerga, ir vestidos de mujeres]. "No nos importaba nada... Llegamos y estaba lleno de tipos conchetitos y nosotros, en faldas. A la semana se elegía la reina y mis amigos me insistieron para que me anotara. Yo era un tipo muy estructurado que sólo salía los viernes y sábados; pero terminé yendo."

Esa noche, minutos antes de salir a escena, se le rompieron los tacos que sostenían sus 150 kilos. No importó. Él (o...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR