Buscando un candidato para mi hija

Cuando me contaron esta anécdota por primera vez pensé que era puro cuento. Al oírla de nuevo, muchos años más tarde y en una fiesta de colegas, llegué a la conclusión de que se trataba de una leyenda urbana. Al enterarse de que yo estaba dispuesto a convertirla en literatura de ficción, un amigo de un amigo se ofreció como intermediario para que yo conociera al padre, a la hija y al candidato perfecto que les tocó actuar en este pequeño drama. La hija había sido compañera de colegio de su hermana, y las cosas no eran tal como se venían narrando en Buenos Aires. Pero seguían siendo igualmente pintorescas. Después de conocer a la testigo, y escuchar de su boca la verdad, decliné por decoro tomar contacto con los verdaderos protagonistas, que a la postre resultaron un tanto humillados.

La versión realista indica entonces que todo comenzó en una cena de reencuentro entre chicas del secundario. En esos momentos ellas promediaban los 40 y venían de diferentes frustraciones: algunas estaban aburridas de sus matrimonios o exasperadas por encontrar a alguien; otras eran sobrevivientes de dos o tres experiencias románticas que les habían costado sangre, sudor, lágrimas, dinero y canas verdes. Mónica pertenecía a esa última tribu de damas escaldadas. Alguien que tal vez no fue ella dejó caer una frase poco feminista: "Al final si mi papá me hubiera elegido marido seguramente yo no habría sufrido tanto". Hubo risas generales y alguna apostrofó esa salida sesgada por un machismo secular, pero Mónica recogió el guante y dijo: "Al menos en mi caso, mi padre es muy juicioso y te aseguro que no hubiera pifiado dos veces, como le sucedió a su hija moderna y esclarecida". Mónica se había casado en primeras nupcias con un tipo que resultó ser un mujeriego empedernido, y en segundas con un ludópata que la tuvo a mal traer. Cada semana conocía en la Web a un señor en un sitio de solos y solas, y el experimento terminaba siempre en un chasco. Una chica del grupo, que era socióloga y que tampoco estaba demasiado sobria, sintetizó las paradojas de este tiempo: la mujer luchó para ser autónoma y casarse por amor, después por volverse independiente y conquistar el mundo laboral, y ahora que ha conseguido lo soñado, resulta que está más cansada e irritada que nunca. "Brindo por nuestros padres –terminó con la copa en alto–. Yo les daría una nueva oportunidad. ¿Qué podemos perder que ya no hayamos perdido, compañeras?"

Mónica trabajaba bajo las órdenes de Joaquín, que...

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