La buena gente va a extrañar al Gringo

Gabriel Heinze nunca actuó por conveniencia ni negoció. Por despiadadas que fuesen las críticas de la prensa, por hirientes que fuesen las burlas de los hinchas. Antes de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 fue contratado por Manchester United y el DT Alex Ferguson lo intimó a que eligiera, pero advirtiéndole que, si se marchaba, quedaría muy relegado en su consideración. El Gringo igual se fue y luego le llevó más de media temporada recomponer la relación con sir Alex. ¿Le importaron los riesgos? Nada se podía interponer entre él y la camiseta argentina. Siempre entendió la vida futbolística sin grises, por eso ahora lo invade una sensación de vacío.Heinze era un desconocido hasta que Bielsa lo rescató de PSG, allá por 2003, y desde entonces todos los técnicos lo tuvieron en cuenta, hasta que a Sergio Batista le tocó obedecer una orden de Julio Grondona: Heinze afuera. Es que a Grondona y a Bilardo les rebatió algunas cuestiones en la cara. Nunca se habría perdonado responder con diplomática corrección. No le preocuparon las derivaciones ni los enemigos, sólo la paz de su conciencia. Nunca hizo nada para congraciarse con nadie. Dijo siempre lo que sintió. Una manera de calumniarlo fue acusarlo de socio y alcahuete de Maradona, pero hasta el Diez varias veces tuvo que retroceder ante el rostro severo e intransigente del entrerriano.No es un héroe ni un...

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