Brittany, la flor que no quiso marchitarse

El hecho más impactante de los últimos días llevó aún más lejos una marca de época: al tiempo que suponía un acto personalísimo, se multiplicó como campaña mediática en las redes sociales y se divulgó por todo el globo. Cosa extraña, ni siquiera el afán publicitario consiguió desvirtuar el carácter íntimo del gesto con el que puso fin a su vida para evitar los estragos de un cáncer terminal. Lo privado y lo público apareados de un modo inédito.

Esta paradoja quedó reflejada en las tres palabras sintetizó las reacciones tras la muerte de la joven: respeto, tristeza y perturbación. Los primeros dos sentimientos pertenecen a la esfera íntima. El respeto obedece a la gravedad y la firmeza con las que Brittany tomó la decisión. Ante los ojos de todos, con una campaña detrás, es fácil caer en la banalidad. Pero ella no estaba actuando. Estaba viviendo su vida. Y su muerte. A la luz de las crónicas periodísticas, amaba la existencia que dejó por voluntad propia a los 29 años, y de allí la tristeza. Pero la muerte de Brittany interpela de otra forma. ¿Cómo juzgamos su decisión? ¿Las leyes deben permitir o prohibir una elección como ésta? Aquí, cuando pasamos del caso concreto a los principios personales y al orden social, se acaban las coincidencias y empieza la perturbación.

Eso es lo que surgió de las encuestas. Los sondeos hechos a propósito del caso mostraron que una mayoría apoya la idea de que "se respete el deseo de los enfermos terminales a una muerte digna". Pero si la consulta habla de aceptar el "suicidio asistido", los términos se invierten y la mayoría rechaza esa alternativa. Todo depende de cómo definamos la naturaleza del acto de Brittany, de cómo lo entendamos.

Soy de los que creen que hay temas en los que nadie posee la verdad revelada. Por eso en este caso tiendo a considerar tan válida y respetable una interpretación como la otra. En asuntos íntimos y personales que no dañan a terceros, ¿para qué imponer nuestra visión? Cada cual debe hacerse cargo de la tarea de construir su propio sentido. Es lo que hacemos, a cada paso, sobre la base de nuestras creencias y experiencias. Aplicamos esta operación interpretativa cada vez que, con ayuda de las palabras, tratamos de atrapar lo concreto, lo particular, lo informe, en la jaula necesaria de la idea, aun cuando la realidad siempre encuentre el resquicio por donde...

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