Brindan mucho más que cuidados paliativos: buscan dignificar el final

"En mi vida hubo muy poco amor. Me doy cuenta de eso ahora, porque en este lugar todo se mueve con amor", dice Elsa (86), acostada sobre su cama de sábanas blanquísimas. Mientras se abanica, cuenta: "A la enfermedad la vengo trayendo desde hace años, pero estaba como dormida. De pronto, me agarró en su etapa terminal. Cuando llegué acá sentí un baño de luz, mucha paz, y se me fue el miedo".Con esas palabras, la mujer resume el espíritu del hospice la Casa de la Bondad, una obra de la Fundación Manos Abiertas que responde a una filosofía o modelo de cuidado competente, compasivo, humanizado y paliativo, para personas que están atravesando una enfermedad avanzada que amenaza su vida, sin tratamiento curativo posible."No acompañamos a morir, sino a vivir intensa y plenamente hasta el final. Buscamos que quienes llegan pasen ese tiempo sintiéndose queridos, respetados, escuchados y mirados. Eso es lo que marca la diferencia de un hospice: la ternura que se respira", explica María Laura Grané (58), quien desde hace casi una década es voluntaria en el lugar.Su fachada es discreta, un frente gris con un cartel de vidrio donde se lee: "Manos Abiertas. Casa de la Bondad. Buenos Aires". Pero cruzando la puerta, se abre un oasis de calma entre la bulliciosa Balvanera. A la derecha está la cocina, desde donde llega el olor de la comida casera; al final del pasillo, un amplio comedor con estar, que da al jardín que se convirtió en el corazón de la casa; en el piso de arriba, las habitaciones. En la de Elsa, en una mesita junto a su cama, hay una campanita de color violeta con la frase: "Ring for a smile". Las ventanas tienen macetas con flores y todo es blanco, luminoso.El cuidado hospice (una palabra inglesa que evoca hospitalidad y hogar) ofrece un freno frente al exceso terapéutico y se caracteriza por estar impulsado por un equipo multidisciplinario de profesionales (como médicos, enfermeros, psicólogos y asistentes sociales) y voluntarios especialmente capacitados, que crean una combinación única. Cuando en el hospital dicen "no hay nada más por hacer", empieza su tarea."En ese momento, la casa se transforma en el hogar de esas personas. Muchas llegan derivadas de hospitales y algunas estuvieron en situación de calle", sostiene María Laura. La misión es aliviar sus síntomas y dar respuesta a todas sus necesidades, ya sean físicas, sociales, emocionales o espirituales, así como acompañar a sus familias o personas significativas, en caso de que estén...

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