Brasil, decime qué se siente

MORRO DE SAN PABLO.- "Quiero retruco", exige Damián Torres, 24 años, estudiante de Ingeniería, sentado sobre la arena mientras el sol cae contra el mar, en esta isla de Salvador de Bahía. "Quiero vale cuatro", contesta Sebastián Martínez Oro, de 23, futuro abogado. Guerra de miradas. Tensión en el grupo. "Quiero", contesta Damián. Los dos "guapearon". Ninguno había ligado. Al final, el ancho falso le ganó al caballo y Sebastián, el perdedor, corrió a su oponente por toda la playa a los gritos. Guerra de arena. Todos al agua. Así son las tardes en las playas de Brasil, donde la arena está alfombrada de costumbres argentinas: truco, mate, música y el trago oficial de la parada dos, el fernet, que le gana por goleada a la caipirinha.

Como si se tratara de una reivindicación futbolera, este verano los argentinos no sólo han copado las costas de Brasil, sino que han decidido plantar su bandera en cada playa. Junto a cada palmera. Hoy, más que nunca, Brasil es Argentina.

Los números oficiales aseguran que dos millones de argentinos eligieron este verano Brasil para pasar sus vacaciones. Como la devaluación de ese país le gana a nuestra inflación, el tipo de cambio animó a todo tipo de turistas argentinos a cruzar las fronteras: desde los que llenan el tanque y se aventuran al "que sea lo que Dios quiera" en las playas del Sur hasta los que contratan paquetes all inclusive en los resorts más exclusivos del Nordeste. Y allá fueron también los rituales argentinos a la hora del descanso: desde el que quiere hacer un asado a toda costa, aunque la carne en Brasil no acompañe, el que trafica dulce de leche o fernet en su equipaje, "porque allá no se consigue", hasta el que tiene la esperanza de volverse con las valijas llenas, favorecido por el tipo de cambio, al mejor estilo del "deme dos". Los argentinos que fueron detenidos al cruzar la frontera con un sistema para ocultar su patente al estilo de James Bond, para ahorrarse las multas, son un buen ejemplo de las "argentinadas for export". Por alguna razón, la propia identidad se refuerza en este país vecino, del que "hay que diferenciarse". Lejos de absorber sus modismos, potenciamos los nuestros.

Brian Sonne, por ejemplo, es un argentino que decidió irse a trabajar hace tres meses a un bar, sobre la playa. Y no sabe aún cuándo volverá. ¿Enamorado del paisaje? Seguro. No así de las modalidades propias de los brasileños. "Ni siquiera el idioma pude adoptar -cuenta entre risas-. Mantengo la costumbre...

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