Una botica con mucho ángel

Al entrar hay una frase muy certera del periodista Alfredo Serra: "Aquí está todo lo que hemos perdido". Es una de los cientos (¿miles?) de frases enmarcadas en primorosos cuadritos que encontrará a su paso quien recorra los abigarrados y fabulosos 33 ambientes, entre cuartos, pasillos, patios, escaleras y recovecos, que componen la mágica Botica del Angel, en pleno barrio de Monserrat. Son nada menos que 1500 metros cuadrados de superficie, con 70 metros de profundidad, que mantienen viva y vital la idea-museo-casa-obra de arte pergeñada magistralmente por ese ser único e irrepetible que fue Eduardo Bergara Leumann.El lugar es patrimonio en la categoría Monumentos, según disposición de la Legislatura porteña y también fue declarado de interés cultural por la Secretaría de Cultura de la Nación.Que su exuberante dueño se haya muerto, exactamente el día de su cumpleaños N° 76, el 5 de septiembre de 2008, es a estas alturas ya un detalle menor que casi ni se nota.Su "ángel" (así, como lo calificó la legendaria actriz María Casares, y Bergara asumió con gusto y gran convencimiento ese rol para siempre) se presiente allí a cada paso. Pero, ahora sí, ya es un ángel, con todas las de la ley, simpático, amistoso y bonachón, muy lejos de los asustantes fantasmas amargos y errantes.Ese espíritu zumbón, alegre, sensible y de amable cultura se mantiene, sigue flotando. Y ahora es de todos.Hay muy recomendables y minuciosas visitas guiadas, previa inscripción al 0800 3338725 o, por mail, a mailto:uds-botica@salvador.edu.ar. El bono contribución cuesta 20 pesos (la mitad para jubilados y estudiantes). Desde ya, sepan los que se decidan a ir, que hay tanto para ver, que es imposible abarcarlo todo en una sola pasada. Pero es difícil que quien vaya, no quiera volver.La Botica del Angel surgió en 1966 como sastrería teatral en su enclave original de Lima 670. Allí estaba prevista una tarima para probar los modelos. Pero al verla, la gran Lola Membrives decretó que era un escenario y que, como tal, debía usarse. Fue así, cuna del café concert porteño. Allí debutaron, entre otros, Nacha Guevara, Leonardo Favio y hasta Susana Rinaldi, con un vestido pintado por Antonio Berni.Inmaculadamente de blanco y monumental, Bergara, con unas alitas en la espalda, recibía al público y los actores invitaban con vino y rosquitas, todo muy descontracturado. Eran los felices años 60 del Di Tella y los happenings, con una Buenos Aires bohemia, divertida y psicoanalizada. Las obras...

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