Botellas de Amor: la forma de reciclar plásticos que unió a miles de jóvenes

Keka Dewey tiene 18 años y desde abril de este año, junta plásticos de un solo uso para colaborar con la Fundación Llena Una Botella de Amor.

Son las 7: 45 am. Keka Dewey (18) llega al colegio y deja sobre su banco una botella de plástico vacía. A lo largo del día, sus compañeros le acercan los residuos de lo que consumieron durante la clase y en el recreo: lapiceras que ya no funcionan, films, envoltorios de alfajores, cubiertos plásticos y sorbetes, entre otros. Keka agarra esa basura, revisa también los tachos, mete todo dentro de la botella y lo comprime minuciosamente. Así hasta llenar su "botella de amor", que luego servirá para fabricar sillas, mesas o macetas que son donadas con fines solidarios. "Me parece increíble cómo a partir de basura, ayudás al medioambiente y a otras personas con acciones concretas", asegura la adolescente.

Desde abril de este año, Keka participa como voluntaria en la Fundación Llena Una Botella de Amor , una entidad sin fines de lucro que incentiva el aprovechamiento de los denominados "plásticos de un solo uso". Es decir, aquellos que se convierten en basura inmediatamente después de su consumo, como los envoltorios de galletitas o los sachets de leche. Con la ayuda de quienes llenan sus botellas con estos residuos y las llevan a los puntos de acopio de la fundación, luego la empresa Econciencia Argentina fabrica muebles de "madera plástica", que, en su mayoría, son donados.

Me parece increíble cómo a partir de basura, ayudás al medioambiente y a otras personas con acciones concretas.

"Armar y recolectar las botellas no es un hobby para mi, sino un compromiso con el medio ambiente", afirma Keka.

"Me enteré de la fundación por Instagram y fue un antes y un después. Yo ya venía haciendo acciones por el medio ambiente pero recién me dí cuenta de toda la basura que producimos cuando arranqué con las botellas", cuenta Keka. En su entorno, cuando primero la veían recolectar plásticos para llenar las botellas, no entendían "qué es lo que hacía rodeada de tanta basura". Si bien al principio a sus papás les costó, luego ellos mismos comenzaron a llevarse botellas a sus oficinas. Sin embargo, entre sus amigas del colegio, aún no pudo contagiar la fiebre sustentable: "Creo que cada uno tiene su propio proceso de toma de conciencia. Yo el mío lo hice este año y entiendo que a otra gente le puede llevar más tiempo", explica.

Para Keka, "armar y recolectar estas botellas para la fundación no es un hobby". La adolescente...

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