Borges, rara avis en la televisión

Hace ya un buen tiempo, en la estela de la crisis de 2001, me tocó cruzarme con una editora italiana de visita en la ciudad. La señora estaba literalmente harta de que, cuando se hablaba de literatura argentina, siempre se sacara de la manga a Borges. "Tiene sus cosas -decía-, pero tampoco es tan bueno como Kafka." No me vino, como suele pasar, ninguna respuesta inspirada. Lamenté para mis adentros el eurocentrismo de la queja. Recordé la reconocida influencia de Borges en una famosa novela italiana (El nombre de la rosa). Di a entender, sin éxito, que esas comparaciones que ponen a competir a los escritores como atletas carecen de sentido. Borges, de hecho, que sufrió el influjo del autor de La metamorfosis (tradujo tempranamente ese relato), ya había dado respuesta a esa clase de disputas en Kafka y sus precursores. La hipótesis es impecable: todo autor que importa modifica lo que lo precede, al leer Bartleby, de Melville, o Wakefield, de Hawthorne, creemos descubrirles rasgos kafkianos. Lo mismo podría decirse hoy de él: Borges está en todos lados, incluso antes de él.

Viendo por enésima vez la larga entrevista que le hizo Joaquín Soler Serrano en 1980 (suele repetirla el canal Encuentro), se me ocurrió una demoradísima respuesta extraliteraria: la mención recurrente de Borges deriva de la admiración, pero también se tiñe de afecto. Kafka publicó poco en vida, murió joven, apenas conocido por un reducido grupo de lectores. El argentino, en cambio, terminó siendo una figura habitual hasta para aquellos que nunca lo leyeron. De Kafka tenemos unas pocas fotos, no sabemos nada de su voz ni de sus gestos. A Borges lo tenemos por un íntimo gracias a sus libros, pero también al más inesperado de los medios: la televisión.

A casi 30 años de su muerte, el diálogo con el periodista español trae de nuevo ese fraseo algo balbuceante, la desarmante sorpresa de su ironía, sus gustos y fobias literarias. Hacia el final de su vida, sin embargo, el paso de Borges por los estudios de televisión no se limitaba a esos extensos diálogos de alto vuelo. Siempre se ha señalado la oralidad de Borges como complemento de su obra escrita. Sus conferencias o sus diálogos radiales pasaron al libro para probarlo, pero la periódica aparición en la pantalla quedó condenada a su inevitable condición efímera.

Consultar archivos televisivos no es fácil por la simple razón de que por entonces no todo quedaba grabado. Algunos restos persisten en YouTube, aunque no, según...

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