Borges y María, como dos compañeritos de colegio

"Año 1984, en un hotel neoyorquino, María y Borges desgranaron ya sus anécdotas de viajes. Para las fotos de recuerdo, él se cala el birrete académico. Un poco de seriedad... ¿o no?", escribe Valenzuela, que aporta esta imagen de su álbum personal

Con el fallecimiento de María Kodama cantidad de recuerdos me invaden. Entre el montonal rescato dos frases y dos circunstancias.

Años 1983/1984. Lugar, Manhattan, donde estaba viviendo. Frases: "María me hizo descubrir el placer de los viajes. En Buenos Aires un día resulta igual al otro, cuando viajo y gracias a María cada día es un nuevo descubrimiento".

"Me piden que defina mi relación con Borges. No soy su secretaria, no soy su lazarillo, somos compañeritos de colegio. Nos divertimos en grande".

Jorge Luis Borges con Luisa Valenzuela, en Nueva York, en 1970, una década antes de la historia que relata en esta columna

Más adelante ambos me narrarían detalles, porque hubo un primer reencuentro en el patio trasero de un ignoto restaurante en Greenwich Village, el "Emilio’s" para ser exacta. En aquel mediodía de primavera, devenido inolvidable, del fondo del oscuro local emergieron dos figuras como nimbadas, y sobre todo desconcertadas. Eran ellos, Borges y María. Sorprendidos nos saludamos y luego nos juntamos a tomar el café. Con mi acompañante supimos del reciente viaje en globo y del maravillamiento borgeano, la pena de él por tener que volver a su patria. " Isn’t it a pity", repetía en inglés cuando estamos charlando en castellano. A la tercera vez le tomé la palabra, corrí al teléfono, volví con la noticia de una invitación para cuando quisiera, con todo lo que quisiera. El New York Institute for the Humanities, inigualable think tank del que tuve la fortuna de ser miembro, no se iba a perder semejante oportunidad. Borges y María regresaron el semestre siguiente, hube de servirle al maestro de temblorosa interlocutora en su gran presentación en la Universidad de Nueva York (NYU) y mañana tras mañana en una serie de clases en Columbia University, en la otra punta de la isla.

Pero esta es otra historia.

La propia Valenzuela le tomó esta fotografía a María y el maestro, sus amigos, en un encuentro en Nueva York

Hoy la segunda escena me devuelve la alegría de esa extraña pareja tan despareja y a la vez tan afín. Me veo, nos veo a les tres...

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