A bordo: vivir embarcado, una costumbre argentina que crece en Punta del Este

PUNTA DEL ESTE.- Avezado navegante, con una copa Rolex del Circuito Atlántico Sur ganada y muchas otras corridas aquí, Ignacio preparó en diciembre, en San Fernando, su imponente velero Gran Califa. Controló los instrumentos y las velas. Verificó el sistema de seguimiento satelital. Aprovisionó la embarcación con víveres para 20 días distribuyendo el peso y cuidando de no sobrecargar el barco. Esperó una ventana de buen tiempo y se lanzó junto al mayor de sus hijos, Tadeo, en una travesía por el Río de la Plata hasta el Puerto de Punta del Este.

Laura, su mujer, prefirió embarcarse en el ferry con Milagros y Lucía, sus dos hijas más pequeñas. Ya no disfruta esa aventura azarosa que conoce de años anteriores: puede ser plácida o convertirse en una odisea si el veleidoso "río color de león", como lo bautizó Lugones, se torna irascible.

Salvo por el hecho de guiar al Gran Califa a puerto, en las vacaciones familiares reina una sintonía plena: los cinco disfrutan de la vida a bordo en sus estadías esteñas. Desde hace 12 años que convierten su barco en una casa flotante, lejos del ruido, las fiestas y las modas que imponen la temporada alta.

"Nos gusta que la familia esté unida en torno a una pasión común -dice Laura-. Y lo bueno de que el espacio sea reducido es que compartís todo". Ignacio, patrón de yate, vela y motor desde los 19 años, explica: "Navegar es un deporte que forma a las personas en los valores más importantes de la vida y eso es lo queremos trasmitirles a nuestros hijos. Soy muy detallista, respetuoso del río y del mar y todos hemos aprendido a disfrutar de la navegación y a no tratar de coleccionar anécdotas de esas que sólo la providencia permite que sean contadas".

El despertarse en el puerto, interactuar con los navegantes de los 550 barcos amarrados aquí, alejarse del tumulto de las playas para disfrutar del sonido del mar, otear las panorámicas oceánicas en los fondeos en las islas Gorriti o De Lobos, o en la hipnótica Punta Ballena, son los ritos que por estos días también eligen varios centenares de argentinos.

Si bien no hay censos disponibles entre quienes viven a bordo, el jefe del Puerto de Punta del Este, Carlos Ferreira, destaca que cada vez son más las familias argentinas enroladas en esa aventura de transformar sus barcos en casas de veraneo. No sólo por una ecuación económica que los exime de los altos valores de los alquileres. También porque es -dicen los protagonistas- una experiencia de disfrute sin...

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