La Biblioteca Monseñor Eugenio Guasta

A fines del año pasado, en celebración del décimo aniversario de su presencia en la Argentina, miembros de la comunidad católica Sodalicio de Vida Cristiana, integrada por laicos y sacerdotes, presentaron La Abadía: Espacio Cultural.

En la manzana de Luis María Campos y Gorostiaga, a metros del bullicio y la prisa de la gran ciudad, se alza este pacífico claustro vecino a la abadía, impactante por lo austero, réplica del Monasterio de Silos, en España, y en donde se realizó la última edición de Casa FOA.

En este nuevo complejo cultural del barrio de Palermo se inauguró días pasados la biblioteca Monseñor Eugenio Guasta, con la enorme mayoría de los libros que pertenecieron a este destacado intelectual. Rara vez una biblioteca sobrevive completa a su dueño, por lo que es una suerte poder comentar esta feliz excepción.

Dentro de un espacio particularmente adecuado para que espiritualidad, arte y pensamiento contemporáneo confluyan armónicamente, habitan ahora los preciados libros y papeles de uno de los hombres más lúcidos, versátiles y sabios de la Argentina reciente, quien con vocación piadosa e indiscutido genio predicó incansablemente con la palabra y el ejemplo entre nosotros hasta su muerte, en 2013. ¿Dónde mejor podría vivir su espíritu que entre sus tantos y queridos libros, reflejo y espejo de su alma inquieta, de su espíritu libre, de su incansable búsqueda intelectual, de su aguda capacidad crítica?

Profundo conocedor y amante de la música, entre sus muchas virtudes supo hacer de la amistad un culto. Su extensa lista de amigos, una pléyade de ilustres personalidades que marcaron ciertamente una época de nuestra historia, incluye a Victoria Ocampo, Carmen Gándara, María Rosa Oliver, Manuel Mujica Lainez, Clorindo Testa, Sara Gallardo, María Esther de Miguel, Andreina Roca, Alberto Girri, Polo Ellis, Ricardo Cordero, entre tantos otros. Quienes lo han sobrevivido no se cansan de recordarlo, lamentando profundamente su partida y alegrándose de este rescate que homenajea su memoria.

La biblioteca que lleva su...

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