Bergoglio, a punto de cumplir su gran sueño

Groussac advierte con júbilo que Sarmiento era un "formidable montonero de la batalla intelectual" y Borges trata de explicar esa hipérbole: el autor del Facundo -afirma- "puso en el culto del progreso su fervor primitivo... Rosas, en cambio, deliberadamente exageró su afinidad con los rústicos, afectación que sigue embaucando al presente y que transforma a ese enigmático hacendado-burócrata en un montonero" a la manera de Quiroga. La doble disquisición puede parecer un anacronismo, sobre todo en medio de estas ansiedades preelectorales. Recobra, no obstante, significados profundos y una actualidad demoledora merced a la cita sarmientina que el papa Francisco blandió esta semana durante el sínodo sobre la Amazonia. Allí Bergoglio resucitó el concepto "civilización y barbarie" como origen de todo mal y toda discriminación, puesto que esa ocurrencia por sí sola explicaría el genocidio indigenista y los desprecios y racismos posteriores contra inmigrantes limítrofes y pueblos originarios. La alusión, que no es original, adolece de gigantismo y es injusta por innumerables motivos históricos, antropológicos y sociales, que no cabrían en este modesto artículo, y caricaturiza de hecho el pensamiento nuclear de nuestro más grande escritor del siglo XIX: sin los particulares contextos de aquella época ríspida, hoy habría que releer a Sarmiento como a un salvaje gladiador de la sociedad del conocimiento, gran motor del progreso que anhela la cultura democrática republicana y que resulta siempre sospechoso para el caudillismo populista cristiano. Bergoglio rechaza, en realidad, a Sarmiento en tanto emblema del liberalismo político, y durante el mismo discurso no se privó incluso de descalificar todas las ideologías modernas, puesto que "los 'ismos' -precisó- reformulan la idea desde el laboratorio ilustrado iluminista". Entre los "ismos" no figura, naturalmente, el justicialismo, puesto que Su Santidad lo considera una virtuosa extensión movimientista de la doctrina social de la Iglesia. El pueblo peronista, el pueblo de Dios. Cuenta uno de sus más perspicaces biógrafos, Ignacio Zuleta, que el exarzobispo de Buenos Aires regalaba en los bautismos un ejemplar de la Biblia y otro de La comunidad organizada. La aversión hacia Sarmiento y hacia la Revolución Francesa es otra feliz coincidencia con las supersticiones de la arquitecta egipcia y de su amplia grey; el revisionismo histórico corre caudaloso por sus venas. Para esa que fue alguna vez (y que...

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