Barrios cerrados. Los precios por zona y los nuevos códigos para los alquileres de verano

La fiebre por alejarse del ruido provocó, en las últimas dos temporadas de verano, un boom en la demanda de los alquileres temporarios de propiedades en el verde, un refugio en medio de las restricciones por la pandemia. En 2023, el panorama se anticipa distinto: con todos los destinos ya liberados, no se pagarán cifras siderales para vacacionar en barrios cerrados, pero justamente por esa razón puede resultar una opción atractiva, sobre todo para algunas familias.

En 2020 y en 2021, los propietarios que se movieron rápido cerraron contratos de alquiler "al mejor postor" con alquileres que, en algunos casos, hasta triplicaron los valores que se pagaban antes de la irrupción del Covid-19. La pandemia marcó un punto de inflexión en la vida de las personas, que ahora eligen casi minuto a minuto cómo quieren disfrutar el presente. La conexión con la naturaleza se transformó en una prioridad.

La vida cerca del verde se transformó en una prioridad durante los años de restricciones por la pandemia

El verano pasado, Cristian se animó a alquilar por primera vez su casa de 260 metros cuadrados ubicada en el barrio cerrado Ayres Plaza. Cobró US$17.000 por diciembre, enero y febrero, y se mudó a una vivienda de 120 metros en medio del campo sin calefacción. "En el verano soportás todo. Fue un cambio de aire, vivimos en otro lugar y aprovechamos ese dinero para hacer la pileta y arreglar detalles de mantenimiento de nuestra casa", recuerda. Este año, en cambio, no la ofrecerá al mercado.

Paul Reynols es el dueño de la inmobiliaria que lleva su apellido y un adepto, desde hace años, a alquilar su casa de 450 metros sobre el lago, ubicada en La Isla de Nordelta, donde vive todo el año. En su caso, señala que tuvo pocas malas experiencias y que la motivación trasciende lo económico. "También es una forma de practicar el desapego, renovarte, vivir en otro entorno, cambiar", explica el hombre que en alguna oportunidad también se mudó a una propiedad más modesta mientras los inquilinos disfrutaban de su extenso parque.

Reynols asegura que le resulta atractiva la filosofía de tratar al inquilino casi como a un huésped, siempre cambia algo de la casa antes de que ingrese: desde los cubrecamas y las almohadas hasta los azulejos del baño. "Lo disfruto y además siempre utilizo el dinero del alquiler para mejorar la propiedad", relata.

Cristian aprovechó el dinero del alquiler temporario para construir una pileta en su casa de Ayres Plaza

A diferencia de los años de la pandemia, hoy la tendencia por vacacionar en el verde cerca de la ciudad pierde fuerza. "Sin encierro", los inquilinos tienen otras opciones para disfrutar de las vacaciones. "La gente vuelve a la montaña, la playa y los que pueden viajan al exterior", afirma Javier Igarzabal, director de Dic Propiedades.

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