Las barbas de la vecina

Un antiquísimo proverbio español advierte que "cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las propias a remojar". Pues, aunque las damas carecen de pilosidades en el cutis, es difícil no evocar el refranero castizo cuando se observan los sobresaltos, desmadres y oscuros panoramas que afectan a las dos presidentas populistas del Mercosur.

Avergonzada, Dilma Rousseff esquivó la mirada de Evo Morales cuando éste sostuvo, en la inauguración de su tercer período presidencial, que en Bolivia "no mandan los Chicago Boys, sino los Chuquiago Boys", refiriéndose a una etnia indígena de su país. Ocurre que pocos días antes, la presidenta de Brasil, al asumir su segundo mandato, designó ministro de Hacienda al banquero Joaquim Levy, graduado en la Universidad de Chicago. Precisamente allí, alma máter de Milton Friedman.

Durante su primer mandato, Dilma aplicó al pie de la letra el menú populista, sin olvidar ninguno de sus platos, aprovechando el "viento a favor" que impulsó el consumo en la región, por razones ajenas al mérito de sus gobernantes. Como en la Argentina, pudo mostrar logros en la distribución del ingreso, aunque al precio de grandes desajustes fiscales consentidos por el ex ministro Guido Mantega, un economista heterodoxo con ideas semejantes a nuestro Axel Kicillof.

Al iniciar su segundo mandato, Dilma tiene por delante cuatro años de gobierno y ningún deseo de hundirse en el fango del desempleo y recesión al que conduce la fuga de capitales por el alto déficit fiscal. A diferencia de nuestra presidenta, que se beneficia de las expectativas favorables por la terminación de su mandato, Dilma Rousseff prometió poner en orden las cuentas fiscales como para garantizar la inclusión, el empleo y los ingresos en forma sostenible. Este giro sorprendió, pues era contrario a sus anuncios de campaña y, para muchos, una traición a su electorado, pues semeja el programa de su rival, Aécio Neves.

La séptima economía del mundo se encuentra hoy en una crisis como no experimentaba desde 2002, en la transición entre Fernando Henrique Cardoso y Luiz Inácio Lula da Silva. La inflación ronda el 7% anual, el déficit fiscal alcanzó el 6,7% en 2014 y el déficit en cuenta corriente llegó al 4,2%. La suma de estas dos cifras (déficits gemelos) demuestra que Brasil vive más allá de sus recursos y que peligra su condición de "grado de inversión" que años atrás, el mismo Levy, como secretario del Tesoro, logró obtener con un manejo serio de las cuentas...

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