Barbarita, a pesar de todo

Pocas imágenes más desgarradoras que las de esa chica de ocho años que llora por hambre ante las cámaras. En su voz temblorosa se adivina un vacío que le duele en el cuerpo. "Ayer no hemos comido nada", cuenta con la sinceridad que sólo puede tener un chico. Del otro de lado de la pantalla, a años luz de distancia, uno empieza a sospechar que el dolor viene tanto del hambre como de la conciencia del hambre. Porque la chica entiende todo. Hay inteligencia y sensibilidad en esos ojos tristes. "No teníamos plata", explica, y las lágrimas la desbordan. Para sacarla de aquel desamparo o para escaparle al desamparo ella misma, la periodista le pregunta eso que suele preguntarse a los chicos que, como la niña, llevan guardapolvo blanco: qué quiere ser cuando sea grande. La chica no hace concesiones. Le alcanza con una palabra: "Nada".En abril de 2002, el llanto de Barbarita Flores se convirtió en el rostro más duro de la crisis, y llenó al país de compasión y vergüenza. Fue un impacto volver a ver estas imágenes en el programa de Jorge Lanata el último domingo. Pero fue un impacto todavía mayor verla a Barbarita ahora, a los 18 años, una década después. Volvía a ser noticia porque la tormenta, allá en Tucumán, había tirado abajo su casilla en el asentamiento precario en donde vive con un hermano y su cuñada. Un asentamiento bautizado, naturalmente, "Néstor Kirchner".Primero tuve, aunque parezca raro, una sensación de alivio. Esta joven de 18 años desmentía el deseo que había soltado, desde el hambre y la desnutrición, aquella chica llorosa diez años antes. Barbarita está lejos de ser "nada". Se la ve una muchacha saludable y linda que lucha por vivir lo mejor que puede. Pero enseguida, mientras ella describía a la cronista de qué está hecha su intemperie actual, percibí algo que no había cambiado: los ojos. La tristeza sigue ahí. En el fondo, ella sigue siendo esa chica que entendía todo. Y si bien se ha convertido en una joven mujer, la pobreza y la exclusión en la que vive son las mismas, o casi las mismas, de cuando tenía ocho años.¿Hacia dónde miramos todo este tiempo? ¿Qué nos distrajo? ¿Dónde estuvieron la sociedad y la política? ¿En qué ocuparon los gobernantes su tiempo y su esfuerzo y el dinero del Estado? Por toda respuesta, habría que aceptar el fracaso y la derrota. Pero es peor que eso: la política sólo se acercó a Barbarita en función de sus intereses, para sacarle más que para darle, y esa voracidad depredadora produjo más daño aún.Unos meses antes...

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