El 'bananismo' de Macri y la fórmula mágica de Lavagna

"No le hagas caso a la gente, . La gente ha demostrado, a la largo de nuestra historia, ser delirante, retrógrada, voluble, impaciente, profundamente populista e irresponsable. Yo soy testigo ocular de los últimos setenta años de nuestras desgracias; conozco muy bien la mentalidad que las produjo. Todo político democrático debe estar con la sociedad, pero nunca detrás de ella, siempre adelante. Así fue como Felipe González logró meter a España en la modernidad, a pesar de las fuertes resistencias a izquierda y a derecha de aquel pueblo, que era también muy conservador". El controversial consejo, cumbre de la incorrección política, se lo dio a Macri, cara a cara, Juan José Sebreli, que por primera vez en toda su vida fue convocado a Olivos y fue escuchado por un jefe del Estado. Provisto de su lúcida, larga y amarga experiencia, y de tantas evidencias históricas negativas, Sebreli no cree demasiado en la sociedad argentina; Macri, sí. Uno de los dos se equivoca. El intelectual piensa que, a pesar de sus múltiples errores de apreciación y de gestión, es contracultural en un país decadente e inviable donde la norma es la anomalía.El verbo "normalizar" tiene por estos pagos una conjugación explosiva. Y si este maltrecho proyecto político que gobierna desde 2015 posee un único activo este acaso consista precisamente en pretender la normalización, asunto revolucionario y quizás utópico. En todo caso, siempre peligrosísimo. Ponerles proa al déficit fiscal, al disparate tarifario, a la cartelización de la obra pública, a la mafia sindical, a la cultura prebendaria, al negocio narco de la policía, al aislamiento internacional, a la impunidad política; levantar el cepo judicial y permitir que se procese a las principales corporaciones privadas, poner presos a gremialistas multimillonarios, y hacer todo esto sin escribanías legislativas ni mayorías automáticas en la Corte Suprema subleva y envalentona a los perjudicados y provoca toda clase de resistencias. Nadie quiere perder nada, y el cuerpo social rechaza el remedio, porque está cómodo con la enfermedad. Asoma, por estos días, una tendencia invisible, regada secretamente con billetes, para que este proceso acabe. Es la sociedad de los cuadernos muertos, que no solo integran kirchneristas en apuros, sino conmutadores de pena e indultadores seriales del justicialismo eterno, alegremente acompañados ahora por progresistas desorientados a quienes solía repugnarles la corrupción y el olvido. Para estos...

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