El balotaje nos exige optar entre lo preferible y lo detestable

Sergio Massa y Javier Milei en la asamblea legislativa por el balotage 2023

No quisiera demonizar a los candidatos. Se llame Massa o se llame Milei . Pero tampoco creo que sea saludable disimular recelos y diferencias. El balotaje nos habilita en la primera vuelta para votar por nuestras preferencias ideológicas, pero en la segunda vuelta nos exige optar entre lo preferible y lo detestable. La exigencia no cuenta para quienes votaron por Massa o Milei que, se supone, reiterarán su voto, sino para quienes no los votaron. Curioso: los que perdieron en la primera vuelta deben elegir al ganador de la segunda vuelta. Paradoja política en la que los perdedores son los árbitros.

La opción es de hierro: Massa o Milei. El único matiz es el voto en blanco, un voto legítimo y respetable , pero que se parece a la nada. Y la "nada" incluye un valioso don existencial, pero políticamente es, en el más suave de los casos, neutra. El voto en blanco es un voto digno (importa insistir en ello) pero políticamente impotente. Los historiadores recuerdan los tiempos del voto en blanco de la resistencia peronista. Se podrá discutir esa estrategia, pero está claro que su legitimidad la otorgaba la proscripción del peronismo.

Nada de esto ocurre hoy. Massa y Milei no son candidatos impuestos por la voluntad del amo o del Espíritu Santo . Llegaron allí respaldados por el voto popular. Ahora ese mismo voto popular deberá decidir quién será presidente. La campaña electoral está lanzada. Alguna vez el sociólogo Gustavo Le Bon escribió: "El que conozca el arte de impresionar la imaginación de las muchedumbres, conoce también el arte de gobernarlas". ¿Será así? Por lo pronto, Massa más que impresionar a las muchedumbres lo que ha hecho es explotar sus necesidades. Y lo ha hecho valiéndose del poder del Estado. No le ha ido mal. Por lo menos hasta ahora. ¿Y después? "Después, qué importa del después…", responderá con tono de Homero Expósito. Aunque habría que recordarle aquello que sentenció alguna vez Nietzsche. "No olvides que cuando te asomas y miras al abismo, el abismo también te mira a vos". O aquella sentencia, pronunciada con un toque de realismo y cinismo, que hizo un viejo político criollo: la lucha política tiende a polarizar y a pintar a los candidatos con colores antagónicos. Abundan las consignas, la retórica catastrófica y las descalificaciones absolutas. El límite, por ahora, es el estado de derecho, pero a partir de allí el juego e incluso la fascinación...

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