La avaricia es la forma extrema de la corrupción

La palabra bóveda siempre tuvo un carácter sacro, casi religioso. En las bóvedas, al fin y al cabo, enterrábamos a nuestros muertos antes de que cundiera la moda reciente de acogerlos, simplemente, bajo la tierra. Por eso palabras como "cripta" e incluso "tumba" se acercan a la significación tradicional de "bóveda" en cuanto nos conectan con todo aquello que tenemos por sagrado, por digno de respeto. No por nada hasta los vestigios más antiguos de la prehistoria se vinculan con la forma en que nuestros antepasados enterraban a sus muertos.Por eso ha tenido tanto impacto el rumor según el cual el ex presidente Kirchner se inclinaba por atesorar su fortuna en bóvedas que culminaban en su propia tumba, lejos de la curiosidad, malsana o no, de los demás. En mayor o menor grado, el dinero nos atrae. Es lógico, por cierto, que nos atraiga como un medio para asegurar fines lícitos cuales serían, por ejemplo, alimentar a nuestra familia o proveer a las necesidades de nuestros negocios y empresas. Pero en algún punto el atesoramiento, hasta aquí aceptable, se convirtió en un exceso que dio lugar a los famosos versos de Quevedo: "Madre, ante el oro yo me humillo, él es mi amante y mi amado, pues de puro enamorado, de continuo anda amarillo".El amor desordenado al dinero está estrechamente ligado a otro vicio afín, el de la corrupción , que aqueja al administrador infiel cuando éste, en vez de manejar con recta intención los recursos ajenos que le han sido confiados, los desvía en su propio beneficio. Cuando un administrador infiel actúa de este modo, falta a la confianza que en él había depositado su mandante. Cuando la corrupción llega a este nivel, la llamamos habitualmente "abuso de confianza" y afecta en principio sólo a dos personas, la que confió y la que abusó, pero también tiene un efecto contagio , en cuanto tienta a los que están mirando a imitar al transgresor.El "efecto contagio" es peligroso. Quienes se ven atraídos por él, padecen según la doctrina el síndrome del pasajero gratis , de aquél que espera lograr algo sin dar nada, o poco, a cambio.Tendencia peligrosa¿Quién no se ha sentido tentado alguna vez por una expectativa como ésta? Por lo pronto, todos tendemos a sobrevalorar lo que ofrecemos, y esta tendencia, después de todo, es simplemente humana. Sólo las almas nobles podrían acercarse al ideal de que nos mirásemos en nuestro interior como lo haría un espectador imparcial, un ideal que concibió Adam Smith en La teoría de los...

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