Asesinos. Un neonazi que se autopercibía templario convirtió su locura y sus odios en emblemas de los 'lobos solitarios'

Breivik fue autor de una masacre el 22 de julio de 2011

Caminó por el terreno escarpado en busca de adolescentes que intentaban escapar de la masacre. Durante años pasó las horas delante de videojuegos; en ese momento quizá tenía bien diferenciada la realidad de la fantasía cuando apuntaba con su fusil de asalto, gatillaba y un cuerpo caía. Repitió la secuencia hasta que simplemente se cansó. Esa mañana del 22 de julio de 2011, Anders Breivik se sentó a esperar que, finalmente, la policía de Oslo se decidiese a cruzar los 600 metros que separan a la costa de la isla Utoya, donde se había iniciado un campamento de fin de semana de la juventud del Partido Laborista noruego. Levantó los brazos y se entregó . Atrás suyo dejó 69 cuerpos, la mayoría, rematados en la cabeza a corta distancia.

Neonazi, autopercibido templario, admirador de Ted Kaczynski , una coctelera caminante de teorías conspirativas, ese hombre de 32 años no pretendía inmolarse en un tiroteo contra fuerzas especiales, sino matar a jóvenes indefensos para quedar en posición de transmitir un mensaje.

No debería saberlo entonces, pero quedaría luego bajo el rótulo de los asesinos múltiples misioneros , aquellos que piensan que una matanza abre la puerta a la iluminación . El centro de Oslo todavía humeaba por la explosión de un coche bomba en el área gubernamental. Ocho cuerpos quedaron diseminados en 100 metros que parecían zona de guerra.

" Actué en una situación de urgencia en nombre de mi pueblo, de mi cultura y de mi país. Y, por lo tanto, pido ser liberado ", dijo Breivik cuando, casi un año después, se enfrentó al tribunal que juzgaba sus crímenes. "Los ataques del 22 de julio fueron ataques preventivos para defender a los noruegos auténticos" , agregó, mientras la magistrada Wenche Elizabeth Arntzen intentaba canalizar un debate desbordado por el ocultismo ideológico de un homicida sin arrepentimiento.

" Lo volvería a hacer ", afirmó, desafiante, según trascendió en ese momento, ya que las autoridades noruegas evitaron que se transmitiesen las palabras de Breivik para contener la potencial propagación de odio sobre todo lo que no fuese europeo puro, en imagen y cultura, una idealización de lo inexistente.

¿Qué odiaba Breivik?: todo lo diferente. Y se ocupó de exponerlo en un mamotreto de 1500 páginas que envió a 3000 contactos en sus redes sociales el día del doble ataque que dejó 77 muertos en Oslo, una ciudad que está más presente en cada ranking de calidad de vida que...

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