Asesinos. La caída del campeón mundial que ahorcó a su mujer, la tiró por el balcón e intentó simular un accidente

Carlos Monzón regresa al balcón en el que murió Alicia Muñiz para la reconstrucción; el ex campeón mundial fue condenado a 11 años de prisión por el crimen

Durante toda la década del 70, Carlos Roque Monzón tocó el cielo con las manos. Esas manos le dieron la gloria el 7 de noviembre de 1970, cuando con un recto de derecha explosivo fulminó al esloveno-italiano Nino Benvenuti en el Palazzo Dello Sport de Roma . Esos puños y su cerebro frío, calculador e implacable, cimentaron su fama de imbatible y lo convirtieron en una leyenda del boxeo y, también, en una estrella del jet set nacional e internacional. Había dejado atrás su niñez de chico extremadamente pobre en San Javier, provincia de Santa Fe; también había desacreditado a los escépticos que dudaban de su destreza de noqueador porque, decían, tenía "manos de cristal" , de huesos descalcificados y quebradizos por la desnutrición, y había amasado una fortuna. Ya no era "Escopeta" Monzón. Era Carlos, el campeón. Era un mito viviente.

Pero, en su vida privada, esas mismas manos la granjearon otra fama: la de hombre violento con sus mujeres . Lo que era un secreto a voces, tras la tragedia, se convirtió en una certeza. Él no lo negó: les alzó esa mano tremenda a sus dos primeras mujeres -Zulma Encarnación Torres y Mercedes Beatriz "Pelusa" García-, a la estrella local Susana Giménez , a la suiza Ursula Andress, la voluptuosa "chica Bond" ... Reconoció, sin sonrojarse, que a todas les había pegado, pero "nunca pasó nada". Hasta que pasó... Y el campeón cayó. Y ya no se recuperaría jamás.

Con esas manos, el 14 de febrero de 1988, asesinó en Mar del Plata a la madre de su hijo menor, la modelo uruguaya Alicia Alba Muñiz Calatayud . En la madrugada del Día de los Enamorados discutió con ella -quizás, por celos; seguramente, borracho-, le pegó una cachetada (que debió ser como un mazazo), la tomó del cuello hasta dejarla exánime y, como si fuera un animal, la levantó por el aire y la arrojó al vacío desde el balcón de la casa de veraneo que, esa temporada, había alquilado su amigo, el actor Adrián "Facha" Martel.

Carlos Monzón y Alicia Muñiz

Al verla desde arriba semidesnuda, solo con la bombacha puesta, y en una posición antinatural y definitiva, él mismo saltó sobre ella. Se rompió la clavícula izquierda y dos costillas. Y en ese mismo momento comenzó a componer su versión de los hechos: en el chalet de la calle Pedro Zanni 1567, en el coqueto barrio La Florida, había discutido con su pareja -con quien tenía un hijo de 6 años, Maximiliano, y estaba en una etapa de reconciliación-, le dio un cachetazo y, cuando la refriega siguió en el balcón y ella quiso arrojarse al vacío, él intentó sostenerla, pero cayeron los dos. "Fue un accidente", repetiría hasta el día de su muerte, siete años después, en otro verano, el de 1995.

El 14 de febrero de 1988, once años después de su retiro como campeón mundial, tras 14 defensas del título, Carlos Monzón se transformó en un asesino. Las cámaras que, antes, lo habían retratado vencedor sobre el ring, ahora lo mostraban ajado, desencajado, trasladado esposado a la cárcel o un tribunal. El centro de la escena lo ocupaba él, y no su víctima. Hubo detalles escandalosos, revelaciones sórdidas y mucho morbo. Hasta que llegó el juicio. Y Monzón, el mito del ring, se convirtió, entonces, en un reo de la Justicia penal argentina.

Los jueces de la Sala II de la Cámara Penal de Mar del Plata desacreditaron su versión de la muerte "accidental" de Alicia Muñiz. Consideraron probado, a partir de las pruebas...

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