Arturo Pérez-Reverte: 'A mí no me gusta escribir, me gusta imaginar historias'

Gabriel García Márquez, una vez que le preguntaron qué sentía frente a la página en blanco, dijo que le daba ganas de vomitar. Hasta que cierta vez leyó el consejo de Hemingway: hay que escribir y escribir sin pausa, hasta que el autor sienta que lo hace como si alguien le está dictando ese texto al oído y la escritura fluye sin esfuerzo. Los más grandes autores han develado sus estrategias a la hora de escribir. Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, España, 1951), el formidable autor de Alatriste que acaba de publicar Eva, traza mapas de sus historias, colecciona nombres para sus personajes y se toma muy en serio la investigación. Ahora, abre el arcón donde guarda celosamente su método para alcanzar la excelencia.

P -Cuando usted no está promocionando un libro suyo, ¿cómo es un día habitual de trabajo?

R -Me levanto temprano, a las siete y media, más o menos, hago ejercicio, nado un poco, corro, camino, saco a los perros. Después me doy una ducha y a las ocho y media he desayunado y a las nueve estoy trabajando ya. Trabajo toda la mañana, hago una pausa a media mañana, quizá. De vez en cuando me tomo una aspirina. Y a mediodía termino. Como. Por la tarde repaso lo que escribo por la mañana. Le hago una primera corrección. Y luego, leo. Eso cuando estoy en Madrid. Leo o veo películas, esa es mi rutina diaria.

P -¿Escribe a mano?

R -Escribo en ordenador, pero corrijo a mano. En el papel hago una lectura corrigiendo con pluma estilográfica. Corrijo y vuelvo a meter en el ordenador. Doy varias pasadas. Hasta que creo que el contenido es suficiente.

P -¿Cuánto del primer borrador ve la luz en las librerías?

R -Dos tercios. Del resto elimino mucho. El mejor amigo del escritor, después de la papelera, es el marcador para tachar líneas. Tras escribir un párrafo de diez o quince líneas, si puedo eliminar una o dos, las quito sin compasión. Es duro, a veces esas líneas han llevado hora y media de trabajo. Pero hay una cosa que se desarrolla con los años... Llevo treinta escribiendo novelas. Uno tiene instintos narrativos. Se da cuenta...

P - Si funciona.

R -Si funciona o no. A veces hay problemas técnicos serios. Cuando era joven pensaba que el español era una lengua formidable. Lo es, sin duda. Pero yo pensaba que tenía soluciones para todo. A veces estoy con un párrafo y en un momento me doy cuenta de que no hay recursos estilísticos adecuados para resolverlo. A lo mejor tengo que repetir tres veces el verbo haber. No tengo otra solución. O debo meter dos gerundios seguidos o cerca. Uno debe decidir entre el estilo y la eficacia. Y siempre me inclino por la eficacia. Incluso, hay veces que creo que soy más eficaz si vulnero la forma, el estilo; prefiero mantener la eficacia y transgredir un poco el reglamento.

P -¿La reina del sur conllevó el esfuerzo adicional de escribir con modismos mexicanos?

R -Sí, pero fue un placer adicional, un experimento interesante. Viví algún tiempo en Sinaloa, en el norte, con mi amigo el escritor Elmer Mendoza, experto...

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