Los argentinos ratifican su vocación republicana

Nunca es más cerrada la noche que antes del amanecer. Hasta las elecciones del 11 de agosto, la ambición reeleccionista de la Presidenta llenaba la escena. Pero en aquella fecha, tres de cada cuatro argentinos le dijeron que no. Todo indica que este pronunciamiento colectivo se confirmará, con creces, en las elecciones del 27 de octubre. La ilusión presidencial de Cristina Kirchner se evapora. ¿Qué otra ilusión ocupará su lugar?

La República Argentina ha vivido su segunda anomalía. Fue anormal, por lo pronto, que una presidenta pretendiera prolongar su mandato más allá del plazo constitucional; que pretendiera ser reina en lugar de presidenta. Si recordamos a Menem, ésta ha sido la segunda vez en que un presidente republicano se alzó contra las limitaciones temporales de la república. Sin embargo, el pueblo rechazó la pretensión de Menem y, en las elecciones del ll de agosto, ha ratificado su vocación republicana, en esta oportunidad a costa de Cristina.

¿En qué consiste esta vocación? En que, a la inversa que en las monarquías, los gobernantes republicanos están sujetos a un plazo. Pero, para que las repúblicas maduren, hace falta que los propios gobernantes acepten de buen grado la norma que los limita. Menem y Cristina Kirchner no lo hicieron hasta que a ambos la sociedad, es decir, el pueblo, les bajó el pulgar. Perón solía decir que "lo mejor que tenemos es el pueblo". En su momento, pareció una frase demagógica. Hoy, a décadas de distancia, se ha convertido en una frase fundacional.

Hay, por lo visto, una contradicción en nuestro sistema político, cuyo pueblo ya es republicano mientras sus presidentes continúan siendo monárquicos. Habrá conflicto hasta que los presidentes, ellos, se conviertan verdaderamente en republicanos. ¿Cuándo ocurrirá esta conversión? En 2015 tendremos un nuevo presidente. Si elegimos uno verdaderamente republicano, la transformación política de la Argentina, su viaje de la monarquía a la república democrática, se habrá completado. Recién entonces seremos, como la mayoría de los países europeos y de nuestros vecinos latinoamericanos, una república normal.

No habría que subestimar el alcance de esta transformación. Desde 1853 hasta 1930, desde el Acuerdo de San Nicolás y la Constitución de 1853 hasta el golpe de 1930, nuestro país creció como ningún otro país en el mundo gracias a esta modesta normalidad, pero a partir del golpe del 6 de septiembre de 1930 se movió en "serrucho" entre intentos autoritarios y...

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