Los argentinos y el discreto encanto de las deslealtades

ARCHIVO - 1 de marzo de 2021 el presidente de Argentina, Alberto Fernández, a la izquierda, pronuncia su discurso anual de apertura de sesiones en el Congreso junto a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Una palabra atravesó toda la semana con persistencia y cierta hipocresía política, social y moral: lealtad.

Fue repetida en vano, y con muchas dificultades, desde el oficialismo, que esta vez procesó pésimo el mentado Día de la Lealtad que el peronismo reedita cada año en conmemoración de su nacimiento, en el seno de la dictadura militar que lo prohijó. Paralelamente, la sociedad se interesó más por apropiarse con voracidad y morbo de nuevas/viejas historias de lealtades maltrechas entre chicas y chicos bellos y extrovertidos, sexualmente (muy) activos (o que, al menos, eso sugieren para promocionar sus trayectorias y negocios).

El chiste, que los propios peronistas festejaban, supo tener sentido hasta este año: "Celebran un Día de la Lealtad porque los otros 364 días del año se la pasan traicionándose". Pero esta vez esa broma quedó vieja: se necesitaron tres (3) días y otros tantos actos (antagónicos entre sí) para celebrar una lealtad carente, al menos, de la más elemental cohesión interna.

Tampoco hay menos cinismo y moralina en el culebrón de deslealtades farandulero que puso a parir a editores de redes sociales y medios de comunicación una sucesión sin fin de notas alegóricas sobre cuernos explícitos (o no tanto). Una vez más quedó demostrado que no son las ideologías el motor principal de la comunicación colectiva, sino aquello en que la sociedad demuestra súbito interés por frívolo que parezca.

Cristina Kirchner dijo que los argentinos se merecían tener mejores medios de comunicación. Tal vez tenga razón, pero urge más que tengan mejores dirigentes. Si el debate social fuera recreado desde la política con más nivel y vocación democrática, sin tantas chicanas y zancadillas, seguramente eso terminará permeando en la comunicación cotidiana. El ejemplo siempre cunde desde arriba.

Cristina Kirchner puso en estado de euforia a las huestes de La Cámpora en la ex-ESMA el sábado, Hebe de Bonafini y Amado Boudou se apropiaron el domingo de la Plaza de Mayo (donde algunos pisotearon las piedras alegóricas de las víctimas del Covid) y el lunes la CGT hizo rancho aparte al movilizarse y poner al tránsito patas arriba en plena jornada laboral.

En tanto que estos tres actos, de repercusión acotada, pasaban sin pena ni gloria, una...

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