La Argentina, un país encerrado entre Cristina eterna y la eterna cuarentena

El país que aparecerá después de la eterna cuarentena tiende a construirse según los sueños incumplidos de Cristina eterna. Es la Argentina que se enamora de soluciones transitorias y las convierte en dogmas sagrados. "Cuarentena o muerte" es la nueva consigna del viejo relato, mientras celebra con alegría la supresión de libertades y se extiende la paralización hasta el borde de la desaparición de las actividades productivas.Si todo tiene un límite, el Estado de Cristina que administra Alberto quiebra esas fronteras. Los deseos inconfesables de la vicepresidenta se hacen realidad. Los hilos que tejen los intereses genuinos de toda sociedad tienden a cortarse o, peor, a depender solo de los recursos públicos. Y como la división de poderes fue ya proclamada como una ideología perimida por la vicepresidenta, cuando por escrito llamó a demoler las ideas de la democracia republicana, lo que se acentúa es la concentración de poder.Un poder, no varios. La Justicia está de feria a tono con la cuarentena. A pocos les preocupa que se haya eliminado su presencia no solo donde debe intervenir en las causas de corrupción.Un poder, y solo el poder central. Gobernadores e intendentes de todos los pelajes políticos dependen de la máquina de fabricar billetes, cuya producción, en medio de crecientes y perentorias urgencias, volvió a ser administrada en forma discrecional. Apenas un ejemplo: las ciudades más pobladas del interior estuvieron sin transporte público durante la mayor parte de la cuarentena. Los subsidios nacionales para que funcionaran fueron trasladados a las empresas que operan en el conurbano bonaerense, donde, por otra parte, se mantiene el encierro, mientras en Mendoza, Santa Fe, Córdoba o Rosario la actividad tiende a recuperarse.La domesticación de gobernadores e intendentes se expresa en el silencio que mantienen como reaseguro para obtener fondos para que sus vecinos puedan viajar. Lo que sigue es una presión concreta para que acompañen los deseos estatizadores de sus fuentes de producción privada.¿Vicentin será el único caso o es apenas el primer paso para abrir un proceso de control del sector agropecuario mediante la fijación de precios locales desenganchados del valor internacional de sus productos? La pregunta se responde sola. El campo tiene parte de sus costos a dólar blue (unos $124), otra parte a dólar oficial (más de $73), pero cobra en dólar retenciones ($51). El desamor que...

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