A la Argentina le cuesta aprender de las catástrofes

Las grandes catástrofes del siglo XX y comienzos del actual supusieron para nuestro país un impacto directo. Tomemos tres casos emblemáticos: la Primera Guerra Mundial, la Gran Depresión de 1929 y la crisis posterior al ataque de las Torres Gemelas en septiembre de 2001.

La Gran Guerra europea de 1914 fue acometida por sus protagonistas con la inercia del optimismo positivista del siglo XIX. No obstante, desde hacía por lo menos 20 años venían circulando corrientes ideológicas autoritarias, clasistas y seudocientíficas a la par de los nacionalismos, el imperialismo colonialista y la xenofobia. Lo que se supuso solo un cotejo a destrabarse rápidamente descubrió uno de los aspectos más monstruosos de las sociedades industriales: la novedad de la muerte masiva de las poblaciones civiles. El mundo que la sucedió fue irremediablemente distinto a las certezas decimonónicas en sus diferentes versiones. El siglo XX exhibió así su rostro verdadero con sus novedades totalitarias, autárquicas y belicistas.

Para la distante Argentina neutral, significó el comienzo solapado del ocaso de una dinámica de desarrollo comenzada 40 años antes. Las tentaciones providenciales hubieran simbolizado antes de la guerra meras metáforas románticas. Pero en el contexto de la posguerra significaron el peligro cierto de una torsión autoritaria contraria al espíritu y al régimen institucional prescripto por la Constitución de 1853. El breve verano económico del lustro ulterior al fin de la posguerra fue solo una ilusión que eclipsó un problema interno y dos externos. El primero estribaba en haber alcanzado los límites de las tierras explotables para nuestras exportaciones. Los segundos, en los desafíos de la declinación definitiva de las potencias industriales europeas frente al nuevo gigante norteamericano. Europa siguió comprándonos materias primas en cantidades y precios crecientes, pero solo en virtud de la caída de nuestro competidor ruso. Mientras, nos convertimos en ávidos consumidores de bienes de consumo y de capital estadounidenses, pero sin contrapartida para nuestras exportaciones.

La Gran Depresión de 1929 tomó al mundo tan de sorpresa como la radicalización de la guerra. Un nuevo orden mundial estaba en ciernes, pero sus misteriosos contornos solo serían tangibles con el correr de los años en línea con las incertidumbres comenzadas en 1914. Al providencialismo yrigoyeniano restaurado en 1928 se le respondió con otro lisa y llanamente autoritario y...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR