Apertura de sesiones 2022: el desafío de enfrentar la informalidad laboral, la pobreza y la inseguridad alimentaria

Vecinos de Villa Itatí, partido de Quilmes, durante un relevamiento por la pandemia

No hace mucho tiempo, desde el propio Estado se buscó manipular la información pública con la decisión política de imponerle a la sociedad un diagnóstico falaz: "¡Un país con menos pobreza que en Alemania!". Por ello, cabe valorar la frase presidencial: "A los problemas hay que llamarlos por su nombre, reconocerlos para poder resolverlos". Un argumento de sentido común que hace posible acordar una política de Estado capaz de emprender un sendero que permita enfrentar con realismo el 50% de informalidad laboral, el 40% de pobreza económica, el 30% de inseguridad alimentaria, entre otros desafíos por demás prioritarios.

Sin embargo, desafiando el diagnóstico oficial, sabemos que, desde la dictadura militar hasta aquí, más allá de algunos momentos o ciclos cortos de recuperación social -hayan gobernado las fuerzas promercado" o los sectores pro-Estado-, la informalidad laboral, el desempleo estructural y la pobreza crónica ha venido aumentando de manera regular.

Toda mejora o reducción de algunos de estos indicadores lo fueron frente a una crisis previa, o para aliviar nuevos padecimientos, pero no para ofrecer soluciones, mucho menos en el largo plazo y de manera sostenible.

No menos paradójico es el hecho de que, al mismo tiempo, las diferentes coaliciones políticas que han gobernado durante las últimas cuatro décadas han hecho explícitas sus intenciones de emprender un sendero de políticas que permitan la erradicación de la pobreza.

En este sentido, la principal apuesta que enfrenta la afirmación presidencial de que a los problemas hay que reconocerlos para resolverlos reside en cómo hacer que la acción del Estado cuente con el diagnóstico correcto, la decisión política necesaria y la capacidad de gestión funcional para que un eventual cúmulo de problemas y eventuales soluciones sean algo más que una catarata de sentido común.

Mucho más cuando la agenda de prioridades que afectan a la sociedad se mezcla con una legítima y muy atractiva pero todavía lejana agenda de una sociedad del primer mundo. ¡Todo al mismo tiempo no se puede, mucho más cuando los recursos son escasos y la capacidad de gestión están deterioradas! ¡En plena crisis de deuda! Entonces, ¿por dónde empezar?

Desafíos prioritarios

Luego de una década de estancamiento, creciente inflación y empobrecimiento estructural, más allá de algunos efímeros y engañosos momentos de alivio, el principal...

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