Un año crítico para la institucionalidad del país

Bajo el paraguas de la emergencia sanitaria se han cometido abusos, se limitaron derechos y se avasallaron poderes del Estado en busca de consagrar la impunidadEs muy probable que la amplia mayoría de las agendas de los ciudadanos hayan registrado muy poca actividad durante el año que hoy termina. Desde su llegada a la Argentina, la pandemia por coronavirus ha arrasado y aún arrasa con muchísimas cosas. Sin ninguna duda, las más preciadas han sido las vidas que se ha cobrado. Y, lamentablemente, no hay garantías de que, aun con las vacunas -y como consecuencia del desconcierto que el Gobierno sembró en torno de ellas-, la situación vaya a estar controlada.Desde lo político, ha sido un año sumamente crítico para la institucionalidad del país. Bajo el paraguas de la emergencia sanitaria, tanto el gobierno federal como muchos de los provinciales han desplegado un poder absolutamente discrecional que en algunos casos derivó en recortes de derechos y libertades consagrados por la propia Constitución nacional. En nombre de la emergencia, hubo mandatarios que cerraron las fronteras provinciales creando ilegales aduanas internas. Son harto conocidos los dramáticos casos de hijos que no pudieron despedir a sus padres moribundos, y al revés; de aquellos a los que les impidieron asistir a un familiar enfermo o inhumar a sus muertos, mientras desde lo más alto del poder el Presidente se reunía con dirigentes políticos y sindicales sin respetar ni el aislamiento, ni la distancia social, ni el esfuerzo del encierro al que se sometieron millones de ciudadanos para resguardar aquello que claramente traicionaban quienes ordenaban quedarse en casa subordinando la economía a la salud en una cuarentena extendida, cuyos efectos se sentirán por largo tiempo.Pasada aquella primera etapa promisoria en que oficialismo y oposición se mostraron juntos en el manejo de la pandemia, las cosas tomaron otro rumbo. La grieta que el Presidente aseguraba que venía a cerrar volvió a profundizarse por acciones promovidas desde la propia alianza gobernante -incluso imponiendo a destiempo el abordaje de cuestiones sensibles que debieron haber esperado mejor momento-, y por las contradicciones de un poder claramente bifronte: un jefe del Estado que dice a todos lo que quieren escuchar y una vicepresidenta que lo contradice públicamente jerarquizando todo aquello que le resulta funcional a su necesidad de protagonismo y de impunidad judicial.Del "volvimos mejores" al odio...

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