Angela Merkel. La doctora en fisicoquímica, amante del fútbol y las salchichas que se convirtió en la madre de Alemania

La mujer más poderosa del mundo , elegida así en 14 oportunidades por la revista Forbes , dice que, después de cuatro gestiones consecutivas al frente de la cuarta economía del planeta, quiere dedicarse a dormir y cocinar. Ligero capricho para la persona más importante que arrojó la arena política en lo que va del siglo XXI y que parece un chiste para todo habitante de un país acostumbrado a que casi todo líder quiera conservar poder, pero también para el 80% de alemanes -unos 66 millones de personas- que cree que, en líneas generales, ella hizo muy bien su trabajo.

Angela Dorothea Kasner -Merkel es el apellido que conserva de su primer marido - decidió salirse de la historia por la puerta del perfil bajo. Deja así a la opinión pública internacional preguntándose desde hace varios meses por qué una señora tan reservada, insulsa y con un perfil que pareciera tan poco simpático logró una popularidad tan positiva entre sus paisanos y generó tanto respeto a nivel global . De manera muy simple lo sintetizó el escritor vasco Fernando Aramburu: "Tiene poco carisma, pero tiene personalidad. Es la madre de Alemania. Ella se apena, pide perdón… y aunque no ha hecho grandes cosas salvo dar seguridad a los ciudadanos, va a dejar un hueco muy grande. Yo la siento como si fuera una tía que tengo por ahí, es alguien muy familiar".

Pero la realidad es que explicar a esta doctora en fisicoquímica de 67 años, hija de un pastor de la iglesia luterana y de una maestra de inglés y latín, que se crio del lado comunista del muro de Berlín y llegó hasta la cima del mundo libre, es un ejercicio mucho más enredado. Porque Merkel hizo bien los deberes, logró consenso social y dejó una vara muy alta en la Unión Europea , pero además se convirtió en un fenómeno, una especie de canciller pop a la que desde las calles, las redes e incluso el arte y la literatura, en este tramo final todos quieren demostrarle algo de pagana admiración.

En 1990, poco antes de ser nombrada ministra para la mujer y la juventud en el gobierno de Helmut Kohl

En su derrotero quedará plasmado que nació en Hamburgo el 17 de julio de 1954. Que tenía pocas semanas cuando su familia se mudó a Templin, en el este del país, en donde vivió una infancia y una juventud corrientes y en paz con el sistema socialista. Que fue una chica normal que salía con amigos, trabajaba de mesera en una discoteca para ganarse sus propias monedas, se bañaba desnuda en el lago local, estudiaba mucho y una noche, pasada de licor de cerezas y whisky durante un festejo con amigas, se cayó al agua desde un bote -"A pesar del Estado, también en una dictadura se podía tener una vida plena", contó de esos días-. Que encerrada en la RDA, su mayor ilusión era viajar. Soñaba con un primer destino, Estados Unidos; con escuchar en vivo un concierto de Bruce Springsteen; y con recorrer las montañas rocosas en un Trabant -el vehículo más popular de la República Democrática Alemana-. Que con el físico Ulrich Merkel se casó a los 23 años, mientras terminaba su carrera en la Universidad de Leipzig -la misma en la que estudiaron Goethe y Friedrich Nietzsche- y que cuando se separó, cuatro años después, se fue a vivir como okupa a un piso vacío de la calle Marienstrasse 24, en Berlín. Que a los 35 años vio cómo caía el Muro y celebró la histórica reunificación de las dos Alemanias brindando con una cerveza en lata -nunca había visto una- en la fiesta que organizó un desconocido en una casa de la Berlín occidental. Que se inició en política en 1989; en 1991 fue nombrada ministra para la Mujer y la Juventud del gobierno del canciller Helmut Kohl; en 1994 pasó a la cartera de Medio Ambiente; en 1998 fue elegida Secretaria General de la UDC; en el año 2000 asumió su presidencia; y que desde 2005 ha estado dirigiendo a su país.

Ejerció un liderazgo sobrio y nunca se dejó encandilar por luces, pompas ni apariencias. Redujo la deuda pública alemana, bajó los niveles de desempleo, aumentó la inversión en políticas sociales y eliminó el servicio militar obligatorio. Y a nivel global, participó de más de cien cumbres europeas, vio pasar a cuatro presidentes norteamericanos, a cuatro franceses y a tres españoles, además de cinco primeros ministros británicos y ocho italianos. Se plantó inflexible ante Rusia para conseguir el alto el fuego durante la crisis de Crimea y negoció para que Grecia permanezca en la Unión Europea durante la hecatombe del euro de 2008. Fueron épocas en las que nada le salía gratis. Mientras fronteras adentro y desanimados por sus discursos monótonos y su falta de carisma los votantes se reducían a mínimos históricos...

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