Ancestral y contemporánea

El 9 de septiembre de 1950 en una farra en la antigua casa del pintor Oswaldo Guayasamín, donde estaban poetas y músicos legendarios como el dúo Benítez y Valencia, se compuso el tema "Vasija de barro", considerado el segundo himno ecuatoriano. Ahora Gabriela, la nieta del poeta Hugo Alemán, uno de los que participó esa noche, vuelve a contar esa historia mientras engulle un plato de mariscos en El Tiburón, un bodegón del centro histórico de Quito, donde suena la tecnocumbia de fondo. "Mi abuelo, Hugo Alemán, escribió la tercera estrofa. Él y sus amigos agarraron una página de En busca del tiempo perdido, de Proust, y cada uno escribió un verso en la parte de atrás de la hoja y luego se la dieron al dúo Benítez y Valencia, y voilà, nació la canción", cuenta la cronista quiteña, una de las más importantes de su generación y autora de libros como Pozo wells.

El disparador del tema dice la historia de esa noche fue una pintura de Oswaldo Guayasamín llamada El origen, que todavía estaba fresca cuando llegaron los invitados a la fiesta. Los escritores Jorge Carrera, Hugo Alemán y Jorge Enrique Adoum y el pintor Jaime Valencia quedaron tan impresionados con la obra que empezaron a escribir los versos sobre la contratapa de un libro de Proust que luego le dieron al guitarrista Gonzalo Benítez para que lo musicalizará en una hora. La canción tardó cinco años en grabarse y cuando salió fue no sólo un éxito comercial, sino que se transformó en la canción emblemática de la identidad ecuatoriana. "Yo quiero que a mí me entierren/ como a mis antepasados/ en el vientre oscuro y fresco/ de una vasija de barro."

Caminando por la ciudad colonial de Quito parece que el piso temblara por el antiguo bostezo del inca que quiere levantarse de su sueño de cinco siglos. Esa llama ancestral late en cada casa quiteña cuando suena el danzante "Vasija de barro", o cuando alguien vuelve a recordar su historia, como si traspasara un legado.

Quito es también una ciudad con pulso cosmopolita que da lugar a que un músico como Marc Ribot y sus hipnóticos y salvajes solos de guitarra capturen la atención de la franja media de la sociedad quiteña en el Ecuador Jazz 2015. En el Teatro Sucre se reúnen, como en un templo, todos sus discípulos-melómanos. Junto al notable guitarrista brasileño Vinicius Cantuaria, radicado en Nueva York, Ribot ofrece un set intimista en el que la bossa nova y el samba se cruzan en pequeñas dosis con el sonido contemporáneo y experimental del avant...

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