Alta política: el mundo del fútbol elige su nuevo líder

ZURICH.- "Me prometen que me van a votar. Cuando me doy vuelta, ya le están prometiendo ese mismo voto a otro." La frase es del sudafricano Tokyo Sexwale, uno de los cinco hombres que competirán hoy por la presidencia de la FIFA, pero la experiencia no es sólo suya: en la FIFA, en el COI, en las elecciones de la AFA... Cada vez que el mundo del deporte pone poder en juego, las promesas y las traiciones alcanzan su esplendor. Ayer hubo bastante de eso, y hoy, en la fría y nevada Zurich, podría verse mucho más.

La ciudad de los bancos llevó ayer al paroxismo esa combinación que sólo el deporte ofrece: política dura, durísima, macerada con bellas palabras, como "integración", "desarrollo", "juventud", "comunidad". La FIFA, a la que le sobra el dinero desde años, no tiene un Winston Churchill, jamás venderá a sus fieles "sangre, sudor y lágrimas". Quizá pronto lo haga, porque se le acerca la hora de un ajuste. Sí, incluso en un deporte que funciona como el más despiadado de los mundos cuando entra en juego la política.

En ese imperio sostenido en la pelota hay dos hombres que llegan en ventaja a la elección: el jeque bahreiní Salman bin Ibrahim Al-Khaliffa y el suizo-italiano Gianni Infantino. Son ellos los que realmente lucharán por el cargo que Joseph Blatter ocupó durante 17 años. Sexwale, ex compañero de celda de Nelson Mandela en la prisión de Robben Island, no tiene posibilidad alguna, al igual que el ex diplomático francés Jerome Champagne y el príncipe jordano Alí, aunque el amigo de Diego Maradona se entusiasmara ayer hasta el punto de decir que tiene 50 votos prometidos de los 209 totales.

Eso sí: los tres candidatos menores trabajaron a la par de los dos favoritos en un Swissotel que sirvió de cuartel general de la UEFA y de la Conmebol, mientras las restantes confederaciones se repartían en otros establecimientos en torno al Lago de Zurich. Todo cambió entre el miércoles y el jueves. De repente, el hotel se llenó de rostros nuevos y fieros. Pelo corto, miradas escrutadoras, impecables trajes oscuros slim-fit. Eran guardaespaldas. De repente, los ascensores pasaron a estar restringidos y controlados, las credenciales pasaron a ser imprescindibles para moverse y los turistas se esfumaron. Era un día para hacer política, un día en el que se respiró la lucha por el poder. Así, el jeque Salman, Infantino, Champagne, el príncipe Alí y Sexwale se pasaron horas entrando y saliendo de ascensores, salas de reuniones, cocteles y charlas...

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