Allegro

En 1928, por pedido de la actriz, bailarina y poderosa empresaria Ida Rubinstein, Maurice Ravel compuso su celebérrimo Bolero, una de las obras más populares de todas las que fueron escritas en el siglo XX. Al mismo tiempo que compositores como Schoenberg, Bartók, Stravinsky, Janácek o Prokofiev extendían los horizontes musicales con nuevas propuestas, esencialmente en los terrenos del lenguaje, Ravel sorprendió al planeta con una obra de variaciones orquestales sobre dos melodías que, inalterables e hipnóticas, eran reiteradas obsesivamente a lo largo de un crescendo permanente que, por último, resolvía en un estruendo final gigantesco. Pero los directores de orquesta no terminaban de entender la obra y aplicaban diferentes celeridades en el momento de ofrecerla ya no como ballet sino como obra de concierto. Willem Mengelberger la dirigía con muchísimos cambios de tempo. Toscanini, ante algún presunto aburrimiento, la presentaba al doble de la velocidad prescripta. Ravel ardía de indignación. Arturo Toscanini, mostrando su desdén y del peor...

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