De 'Alejandro el grande' a 'Alberto el irresponsable'

Hace más de dos años que Alberto Fernández es presidente de la Argentina. Ya merece un apodo adecuado, uno que sirva para que lo identifiquemos los contemporáneos y también para que lo recuerden quienes lean sobre él en los libros de historia.

Los gobernantes tienen apodos desde la época antigua. Uno de los primeros que recordamos es a "Alejandro el grande", que en el siglo IV antes de Cristo tuvo la fortuna de elegir él mismo cómo ser llamado. A lo largo de los siglos, reyes y emperadores adoptaron esta costumbre, pero muchos de ellos tuvieron la mala fortuna de ser apodados por sus rivales, como "Guillermo el bastardo". Algunos apodos se inspiraron en atributos físicos, como "Felipe el hermoso"; otros, a partir de eventos puntuales, como José Bonaparte, a quien se inmortalizó con el nombre de "Pepe botella" por haber bajado los impuestos de los licores, o "Alfonso el pacificador", quien obtuvo este nombre luego de restaurar la monarquía española. Los monarcas germano-bárbaros se nombraban a partir de animales, de los cuales buscaban características que deseaban hacer propias, como el rey Arturo, cuyo nombre probablemente venga de art, que significaba oso. Arturo quiso mostrarse como un luchador, como un gran guerrero, ¿y qué más eficaz para eso que ser asociado con un oso?

No hay una historia única de los apodos, hay desde insultos y cargadas -como el caso de Carlos II de España, a quienes sus detractores nombraron "Carlos el hechizado", tratándolo de bobo- hasta decenas de mandatarios que decidieron, renunciando a cualquier originalidad, hacerse conocidos como "el grande". También tuvimos una reina virgen, una católica, uno prudente, al piadoso, al intruso, al santo, al sabio, al cruel e, incluso, al impotente.

Cada apodo tiene su justificación. Como, por supuesto, también lo tiene el de nuestro presidente, "Alberto el irresponsable".

Cuesta cifrar cronológicamente el momento en que empezó a ser plenamente merecedor de su apodo. Un inicio posible es al par de meses de haber asumido, en marzo de 2020, cuando nos recomendó té y bebidas calientes para curar el Covid. Ocurre con los irresponsables que suelen argumentar para un lado y también para el otro, lo que le permitió a los pocos días decirnos con firmeza que la situación era tan grave que debíamos elegir entre salud y economía. Un sinsentido que produjo simultáneamente más de 120.000 muertos y una de las peores performances económicas de la región. La irresponsabilidad de Alberto nos...

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