Alejandro Agresti regresa, del brazo de Al Pacino

Todo lo que se diga de aquí en más y hasta la última línea sonará raro, pero al mismo tiempo fascinante.Algunos botones de muestra: Al Pacino, protagonista de una película argentina, hablada en un 95% en inglés; John Cusack, sentado a la misma mesa donde está (nuestra) Juana Viale; el director no se conforma con dirigir detrás de las cámaras, sino que salta delante de ellas, pero no en un fugaz cameo a lo Hitchcock, sino para encarnar uno de los papeles clave de la película.El realizador es oriundo del porteño barrio de San Cristóbal, pero aunque en Hollywood lo consideran ?filmó en 2005 La casa del lago, con Sandra Bullock y Keanu Reeves, película que costó 40 millones de dólares y recaudó en todo el mundo 221 millones? y tiene habitualmente propuestas para ponerse al frente de megatanques, se está radicando otra vez en la Argentina porque piensa que no debe perderse este momento particular del país. Y eso que asegura no ser K.Hasta hace poco vivía entre Holanda y Los Angeles y ahora lo hará entre esa ciudad y la capital argentina. En el país donde (nuestra) Máxima Zorreguieta algún día reinará, tuvo con dos mujeres de esas nacionalidades sus tres hijos (Sebastián, de 22; Antonia, de 11, y Azucena, de 11). Nos compadecemos de que ya no pueda seguir viendo tan seguido a sus vástagos más pequeños (el mayor es artista plástico y estudia en la Academia Real de Holanda). "¿Por qué? ?responde como si fuese una rareza la pregunta y no su sorprendente respuesta?: si mi ex mujer y mis chicos viven desde hace años en Bariloche."Otra paradoja: se fue del país cuando muchos volvían, en 1984, cuando aquí renacía la democracia. ¿Acaso le gustaban los militares? Nada que ver: los uniformados que mandaban en ATC (lo que hoy es Canal 7) lo conminaron a que se cortara el pelo que entonces le llagaba hasta la cintura. Cuando volvió totalmente rapado, se sintieron todavía más inquietos y lo terminaron echando.El que habla es Alejandro Agresti (Buenos Aires viceversa, Valentín), un nombre cuya sola mención puede producirles fastidioso sarpullido a algunos críticos, pero que se vuelve amable y casi bonachón si entra en un clima de confianza y de sintonía de ideas y pareceres.Propone charlar en la cocina y él mismo prepara el café que ofrece. Desde un cuarto cercano, en el cuarto piso de un departamento que está montando en Barrio Norte, se escucha nítida la voz de Al Pacino proveniente de un monitor, en tanto dos empleadas domésticas van y vienen para que todo resplandezca...

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