Alan está vivo

Barclays y su esposa Silvia están cenando un sábado por la noche en un restaurante de comida uruguaya (cenan allí todos los sábados) cuando una mujer de mediana edad, vestida de blanco, se acerca a Barclays y le dice:

-Mi amiga quiere decirte algo.

Sorprendido, Barclays le pregunta:

-¿Y dónde está tu amiga? ¿Quiere decirme algo por teléfono?

Como tiene un programa de televisión, Barclays está acostumbrado a que le pidan una foto, o grabar un saludo, o una entrevista en su programa, o ayuda para publicar un libro.

-Mi amiga está allá, al fondo, en la esquina -dice la señora de blanco, señalando una zona del restaurante que está vacía y parece cerrada para los comensales.

Barclays presiente que se trata de una emboscada, que van a decirle algo desagradable, van a reprocharle algo que escribió en sus relatos semanales o que dijo en la televisión o que publicó en una novela. Por eso, sin levantarse de la mesa, a riesgo de parecer maleducado, le dice a la señora de blanco:

-Si tu amiga quiere decirme algo, que se acerque a mi mesa, por favor: yo no voy a levantarme y dejar sola a mi esposa.

La señora de blanco se retira, levemente ofuscada, y enseguida regresa con una mujer que parece su amiga o su hermana: de mediana edad, vestida con colores claros, de facciones refinadas, esa señora atractiva y elegante mira a Barclays con tranquila determinación y le dice, sin que este se ponga de pie para saludarla, pues no sabe quién es, no la ha reconocido:

-No sabes cuánto le dolió tu columna.

Barclays permanece sentado. Comprende que la mujer está haciéndole un reproche por algo que escribió. Como no la ha reconocido, piensa que es amiga, pariente o colega de un actor que se suicidó recientemente. Barclays piensa que esa señora lo está amonestando por una columna satírica que escribió hace pocos meses, haciendo escarnio de sí mismo y del actor que unas semanas más tarde se quitó la vida.

-¿A qué columna te refieres? -pregunta, mortificado, a la defensiva, creyendo que la mujer desea atormentarlo por el suicidio del actor.

Como hay un bullicio en el restaurante, como las mesas están muy cerca unas de otras, como no se ha puesto de pie para saludar caballerosamente a la señora que le hace el agrio reproche, Barclays escucha con dificultad cuando ella le dice:

-No sabes cuánto le dolió tu columna a Alan.

Recién entonces, torpe y lento, sordo y miope, Barclays comprende que la mujer que le hace el reproche es la viuda del expresidente peruano Alan García...

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