Del '¡Ah!, pero Guzmán' al show cristinista de cara a un posible ajuste en los próximos meses

Martín Guzmán y Cristina Kirchner

El relato popular ruso cuenta que el mandatario que abandona el poder deja tres cartas a quien lo asumirá y le aconseja que, ante los obstáculos que vaya encontrando su propia gestión en el poder, vaya abriendo los sobres. Allí obtendrá las sabias recomendaciones de cómo debe encarar su presidencia. Con el primer fogonazo, la primera carta dice: "Hable mal de mí; la culpa la tengo yo". Pero, las cosas volverán a complicarse. Abra el segundo sobre. "Con las presentes estructuras no puede hacer nada. Hay que cambiarlas", alecciona. Ante una nueva crisis, sólo queda el tercer y un último consejo: "Redacte tres cartas".

Low cost, la política argentina, es experta en el reciclado. Esa primera carta, para ganar tiempo en medio de la volatilidad criolla, se usa varias veces. Del "¡Ah! Pero Macri", el kirchnerismo pasa ahora al "¡Ah!, pero Guzmán", mientras ojea el segundo sobre con una reconfiguración política estructural ante medidas económicas superficiales en el marco de una corrida cambiaria que no encuentra freno, sólo pequeñas treguas.

En los pasillos de la Casa Rosada ya se habla de la herencia del exministro de Economía, Martín Guzmán. El déficit primario anual, dicen, estaría en un 4,5% anual del PBI cuando la meta del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) es de 2,5% a fines de 2022. Dos definiciones al respecto: la primera, nadie presionó más al exministro a quemar la billetera que el kirchnerismo y el mismo Gobierno, abrumado por la vicepresidenta, Cristina Kirchner; segúndo, ni el ex equipo de Guzmán, ni varios economistas privados creen que el déficit primario llegue a 4,5%; "es infundado", dicen exfuncionarios que caminaron el Palacio de Hacienda; en el sector privado ubican al rojo primario cerca de 3,5%, o sea, incumpliendo la meta con el FMI, que ahora negocia Silvina Batakis.

Los números que dejan trascender en el poder son una puerta abierta, como esa que -con mal timing en política exterior- ofreció Alberto Fernández al presidente ruso Vladimir Putin. Son un significante vacío como antesala de un descalabro mayor del gasto ("un festival", diría Cristina Kirchner) en el segundo semestre del año o la justificación de un profundo ajuste en ese período, generalmente más exigente en materia fiscal. En ese sentido, esos secretos a voces que llegan desde la cúpula del poder funcionarían como un mensaje interno al resto del Gobierno: se vienen "acciones dolorosas", que, pasadas a números...

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