Lino Oviedo, el agitador infatigable que nunca renunció a su sueño de ser presidente

"La democracia no es un grotesco duelo de testículos, como ciertos profetas mesiánicos con charreteras parecen entenderlo." Con estas palabras, el escritor paraguayo Augusto Roa Bastos se refería en 1993 al general Lino Oviedo, que, tras haber arrestado cuatro años antes y granada en mano al dictador Alfredo Stroessner, se había despachado con una declaración subida de testosterona. Los militares, vino a decir Oviedo, asegurarían el gobierno del Partido Colorado per secula seculorum, porque tenían "coraje, decisión y huevos entre las piernas".Prototipo del militar populista latinoamericano, Lino César Oviedo Silva (Juan de Mena, 1943) se nutrió de esa cultura castrense desde los 14 años, cuando ingresó en un colegio militar. O incluso antes, pues su padre, el mayor Ernesto Oviedo, había combatido en la Guerra del Chaco. Su carrera transcurrió sin muchos sobresaltos hasta ese momento mágico de la granada, el tirano a sus pies y otras leyendas dignas de un relato de Roa Bastos. Eso sí, antes del golpe del 3 de febrero de 1989, Oviedo ya se había procurado la protección del general Andrés Rodríguez, consuegro de Stroessner y gran urdidor de la asonada que acabó con 35 años de dictadura.La llegada a la presidencia de Rodríguez lleva a Oviedo a las más altas instancias del ejército. Ascendido a general de división en 1992, el ambicioso Oviedo, a quien sus compañeros de armas llaman el "jinete bonsái" por su corta estatura, comienza a mover los hilos de la política mientras va cimentando su fortuna personal de manera no muy ortodoxa. Y ahí comienzan los males que denunció Roa Bastos, "la mezcla explosiva que genera el maridaje espurio de militarismo y politiquería". Oviedo se imagina ya el mesías de ese Paraguay hundido en la miseria por tantas ínfulas redentoras. Un redentor en la sombra, de momento. Su apuesta para las elecciones de 1993 fue el empresario Juan Carlos Wasmosy, a quien apoyó en las elecciones primarias del Partido Colorado y acompañó en la presidencia entre bambalinas. Wasmosy lo nombró comandante del ejército y Oviedo se convertiría desde ese momento en el verdadero hombre fuerte del país.Ese "maridaje espurio" duró hasta 1996, cuando los conflictos de intereses estallaron y Oviedo se acuarteló en la sede de un regimiento de caballería. Wasmosy lo acusó de intento de golpe de Estado, pero la sangre no llegó al río y el general simplemente fue pasado a retiro. Hasta le dio tiempo a Oviedo de pronunciar un discurso ante sus seguidores en el...

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