Afrontemos el desafío de los temas tabúes

Algunas ideas de la actualidad remiten a los tiempos en los que sociólogos de izquierda cuestionaban al simpático Pato Donald

Nuestro oficio se halla por definición en la eterna línea de fuego. Lo saben los periodistas, y el círculo rojo de sus familias, pues comparten las mismas tensiones. No es oficio para blandos; tampoco para irreflexivos a los que identifica la lingüista argentina Alicia María Zorrilla en crónicas atropelladas: "Fallecen tres al ser asesinados", o en esta otra: "Son dos albañiles y dos hombres que habrían sido vistos en la playa".

Se acepta que con alguna regularidad apelemos al escudo protector del eufemismo, aunque tenga la contraindicación de que usado en demasía produce efectos letárgicos en los destinatarios de la información periodística. Deberíamos por eso revisar algunos puntos de nuestra tarea. Uno es afrontar temas tabúes.

Si la claridad es virtud, también la coherencia lo es. Antes de revisar su obra con nuevas ideas, Ludwig Wittgenstein , uno de los mayores filósofos del siglo XX, dijo que los límites de su lenguaje eran los límites de su mundo mental. Gran definición desde la perspectiva cultural. ¿Pero qué decir desde la perspectiva moral cuando el lenguaje deja de constituir una representación cabal de la realidad y actúa como espéculo de repliegues oscuros y en mutación constante de quienes hablan?

La palabra es materia prima del periodismo. Su devaluación notoria exime de explicaciones respecto de la crisis de confianza que nos afecta. La han devaluado quienes nos gobiernan y no pocos entre quienes pretenden gobernarnos en su lugar. Despojar a la política de sus disfraces y máscaras impondrá esfuerzos ingentes. El espacio público argentino está plagado de emuladores de Gianni Infantino , el abogado suizo-italiano que preside la FIFA . Hombre sensible al resultado cuantitativo de las métricas: al oírlo, se diría que lo programaron como se programa un algoritmo. "Hoy me siento qatarí -dijo Infantino, en Doha , en paroxismo transformista-. Hoy me siento como un árabe. Hoy me siento africano. Hoy me siento discapacitado. Hoy me siento un trabajador inmigrante. Hoy me siento gay…". Se expuso al riesgo, evaluó un periodista inglés bastante audaz, de que algún escéptico forcejeara con la custodia en el afán de verificar al rojo vivo la fiabilidad de las aserciones.

Despojar a la política de la sarasa consuetudinaria requerirá más empeño, más perseverancia que el trabajo de los colegas que descubrieron el entramado de la corrupción sistémica en el poder . Eran predecibles los denuestos contra esos colegas. A veces fueron atacados por quinta columnas enquistadas en nuestras filas.

En algunas oportunidades ocurrió de forma abierta; en otras, de manera sibilina, con esa flauta de...

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