Adiós a un celebrado realizador japonés

Todavía llevaría fresco en la memoria el recuerdo de los dos últimos acontecimientos de su vida artística. Postcard , el film que según había anunciado sería su despedida del cine (la rodó cuando ya había cumplido 98 años, padecía problemas de visión y estaba postrado en una silla de ruedas), había sido elegido el año pasado como representante de Japón ante la Academia de Hollywood. Y en abril y mayo últimos, Hiroshima, su ciudad natal, había organizado una serie de actos (incluida la proyección de la mayoría de sus películas) para celebrar su centésimo cumpleaños. Quizá Kaneto Shindô no pudo superar tanta emoción: cinco semanas después del cierre del prolongado homenaje, falleció de muerte natural el 29 de mayo. Dejaba una intensa carrera que se extendió por nueve décadas y abarcó 238 guiones y 48 películas, entre ellas, esta última, en la que expresaba sus sentimientos en torno a la guerra, valiéndose de sus propias memorias: él fue uno de los seis sobrevivientes de la unidad integrada por cien hombres de mediana edad que habían sido reclutados para servir en la Armada Imperial. Las muertes de sus compañeros dejaron en su ánimo y en su obra una marca imborrable. Muchos de sus films son alegorías acerca de cómo la guerra, en ausencia de un código moral, expone el abandono de conductas civilizadas y deja al descubierto la innata propensión de la humanidad hacia la violencia y la crueldad. El hecho de que hubiera nacido en Hiroshima también incidió: su primer éxito internacional, Los niños de Hiroshima (1952), fue uno de los más valiosos testimonios de los sobrevivientes de la bomba atómica, si bien sus obras más difundidas fueron de otro carácter. En La isla desnuda (1960), sobre la lucha por la...

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