El que actúa es el fantasma

En la columna anterior reflexionamos sobre el convenio tácito entre el escenario y el público, en cuanto éste admite asistir a una representación de algo que posee dos realidades: en el tablado transcurre algo real -personas, disfrazadas o no, que hablan y se mueven interpretando un texto, o improvisando una situación dramática-, pero el espectador sabe que es una ficción, que de él se pide tan sólo una tregua en sus certezas y que todos los muertos al final de Hamlet saldrán a saludar y a agradecer los aplausos.Esto, desde el punto de vista del público. ¿Cómo "viven" los actores esa vida ajena, que transitoriamente los habita? ¿La viven realmente, con su cuerpo y su aliento, o se limitan a fingir y cuando se van a su casa dejan el personaje colgado en el perchero junto con su ropa? En vano indagaremos las entrevistas, las biografías y las autobiografías. Al actor le es tan imposible, prácticamente, describir su trabajo, como al poeta, al músico, al pintor, al escritor. Hay códigos, estilos de época, trucos, recursos individuales; se hacen ejercicios físicos y vocales; se ahonda en determinadas disciplinas, se lee, se conversa con los colegas (hasta con los críticos), se sigue a determinado maestro, se intercambian recetas y vivencias. Pero el núcleo íntimo de cada intérprete es como un huerto cerrado, al que sólo tiene acceso el propietario.Sería el extraño caso de un...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR