Qué aconsejan los expertos: el dramático dilema que atraviesan los hijos cuando reconocen que los padres ya no pueden vivir solos

"Hoy, el adulto mayor no le tiene miedo a la muerte. Le tiene temor a la silla de ruedas. Ese es el gran cuco de la vejez", expone Luis Camera, exjefe de Medicina Geriátrica del Hospital Italiano

Uno de los primeros indicios que tuvieron Mónica y Andrea de que había llegado el momento de tomar esa difícil decisión fue cuando empezaron a ver que podía ser un peligro para su madre quedarse sola en su casa. Dos años atrás, poco después de que enviudara, habían notado que el deterioro cognitivo había empezado. Con el tiempo, los síntomas se hicieron más evidentes. Un día, Mónica encontró un tarro hermético con rodajas de calabaza cocidas guardado en el placard . Otro, descubrieron que se había olvidado de poner llave a la noche. Y cuando quemó el microondas al poner a calentar comida en una olla de metal, estuvieron de acuerdo en buscar una cuidadora .

Sin embargo, el deterioro no se detuvo. Pocos meses después, el médico confirmó que Sofía González, de 78 años, tenía Alzheimer . Y problemas de presión. No debía olvidarse de tomar la medicación ni olvidarse de comer, como solía pasar. Entonces, Mónica y Andrea iniciaron el desgastante proceso de conseguir que tuviera un acompañante 24 horas al día, siete días a la semana. "Es una odisea. Cada día es una incertidumbre . Tenemos algunas horas al día cubiertas por la prepaga, pero nosotras tenemos que conseguirla. Y lograr que venga y que le paguen es un periplo. También que mi mamá no la mande de vuelta a su casa porque dice que no la necesita. Es agotador . Nosotras varias veces a la semana nos quedamos a dormir con ella. Pero la logística se volvió tortuosa. Tenemos un Excel compartido, y vamos actualizando horarios y cuidadores. Pero todas las semanas pasa algo. Si no falta una cuidadora, renuncia o, como también nos pasó, nos roban. Porque uno ya recurre a cualquier persona, ni sabés a quién estás metiendo a la casa. Pero no te queda opción", cuenta Mónica, de 53 años, que es abogada.

" Nos genera mucha culpa . Pero estamos buscando una residencia geriátrica para ella. Que sea la mejor, aunque sea muy costosa, no importa. El gerontólogo nos dijo la última vez que nos veía muy desgastadas y que si no podíamos garantizar que mamá estuviera cuidada 24x7, que pensáramos en una residencia. A uno no le gusta ni la palabra geriátrico . Toda la vida, mamá nos hizo prometer que no la íbamos a llevar a uno . Pero lo peor es que le pase algo por no estar cuidada como necesita. Eso nos explicó el médico. Que había llegado el momento y que para ella iba a ser lo mejor", explica.

"Todos necesitamos del cuidado para vivir. Cuando notamos que la persona ya no se puede proveer a sí misma esos cuidados, comienza una etapa intermedia en la que se va a poder continuar con ayuda externa, ya sea familiar o de cuidadores", explica Julián Bustín, jefe de Neurogerontología de Ineco

La culpa

No es la única. Hoy, en la ciudad de Buenos Aires, uno de cada cuatro vecino es mayor de 65 años. A nivel nacional, se estima que hay unos...

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