El día después de la (segunda) final

Los resultados siempre tuvieron una resonancia mayor en Boca. Sin embargo, desde lo deportivo, ¿qué se les podría reprochar a Julio Falcioni y al plantel si, en el peor de los casos, se quedaran con las manos vacías? Nada. Por más que caigan en Brasil ante Corinthians, y luego suceda lo mismo con Racing, por la Copa Argentina, nada debería empañar (desde los resultados) el protagonismo que tuvieron durante el primer semestre de 2012. Pero hay cuestiones internas que se deberán decidir. Y que no se entienda "decidir" necesariamente como sinónimo de "cambiar".La relación del entrenador con los jugadores no es buena. Desde aquel escándalo en Barinas, Venezuela, por la Copa Libertadores, donde Falcioni le cuestionó a Cvitanich que (supuestamente) no le hizo caso a una indicación que le dio desde el banco para sí obedecer al capitán Riquelme, el vínculo ya no fue el mismo. Pero los futbolistas y el DT, que tiene contrato hasta diciembre, siguieron para adelante "por el bien de Boca". Igual, no hay que olvidar que en el avión hacia Buenos Aires, Falcioni le había dicho a Angelici que así no podía seguir y que prefería renunciar.El presidente le pidió calma. Ya en la Capital Federal, Angelici primero se reunió con los referentes y les consultó sobre sus visiones de los hechos en Venezuela. Acto seguido, si tenían algún problema en que Falcioni siguiera. Todos le dijeron que no y le dieron vía libre a la continuidad del entrenador que, por la noche, tras reunirse otra vez con Angelici, cambió de decisión y continuó.Pero el quiebre estuvo y, aunque el equipo siguió ganando más allá de algún que otro traspié, se notó un cambio de estilo en el juego de Boca. El equipo pasó a ser más ofensivo y perdió esa solidez que supo edificar en el Apertura 2011, donde sí esta afirmación se aproximaba a una efectividad del ciento por ciento: "Boca es un equipo de Falcioni".Era paciente para atacar, buscar los espacios. Aún con Riquelme, era un equipo falcionista. Atacaban los necesarios y defendían todos, desde Mouche y Cvitanich, muchas veces llegando a posición de laterales con tal de dar una mano en la recuperación del balón. No necesitaba atacar los 90 minutos para ganar un partido. No avanzaba mucho, pero lo hacía bien y, una vez que anotaba el 1-0, le alcanzaba con defender en bloque, con todos pasando la línea de la pelota, para reducir a los adversarios a su mínima expresión.Cronológicamente, a partir del escenario vivido en Venezuela, se observó un Boca más ofensivo...

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