2015, el año de la improvisación

El argentino típico tiene muchas y variadas virtudes. Los mismos conceptos, en realidad, pueden entrar en el juego de los defectos, casi en la misma proporción. Es hábil, es vivo, es rápido, sabe de improvisaciones. Sale a escena a ver qué pasa con una naturalidad impropia de un sujeto nacido en ámbitos serios, formales, lógicos y estructurados. Si se tratara del campo de juego, esos vocablos serían esenciales, útiles, indispensables. Pero se trata, en realidad, de la organización, de la estructura, de un plan que dura, al menos, un año. Un plan resbaladizo, arenoso, que tiene una condición inequívoca: cualquier cosa puede pasar. El abecedario en el mundo de la política del fútbol no suele empezar con la a y acabar con la z. Es una ensalada de letras sueltas, según el día, el estado de ánimo. O el poder de turno.

La Argentina no es, entre tantos otros asuntos, un universo previsible. A algunos les agrada: todos los días puede ocurrir lo inimaginable. Otros se hartan de tanta imprevisión: en el mundo del nada es lo que parece, saber de qué va el asunto de hoy a un puñado de meses es parecido a un billete de lotería. Un tiro al aire.

El año que vendrá, el 2015, para el fútbol argentino, el de los 30 equipos (por ahora), el del torneo largo (por ahora), el de los dos descensos (por ahora), el del público local o el de los escenarios vacíos, el de los clásicos insostenibles, es un cuento ideal para fantasiosos. Las páginas se van escribiendo según como venga la mano. Un llamado puede transformarlo todo. Con las elecciones nacionales mezcladas en el medio...

Para que el escenario de la improvisación, de la dudosa letra chica que se lee de forma distinta según el espejo sea ideal de principio a fin, el...

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