Del 11 de Septiembre al Covid, coberturas marcadas a fuego

Las tapas de LA NACIÓN. A la izquierda la Edición Especial del 11 de septiembre y a la derecha la del 12.

Un ataque vino de afuera. Demoledor, apabullante, terrorífico. El otro, casi 20 años después, de adentro, de cada uno de nosotros. Arrasador, inquietante, misterioso.

En ambos casos, el mundo fue testigo de escenas del apocalipsis. Embargado por el miedo, la parálisis y la sensación de que nada será igual. Hubo una conciencia de que cada uno de nosotros estábamos ante un cambio fundamental en la forma en la que vivimos y concebimos el mundo. Son esas coberturas para las que un periodista se prepara durante toda su carrera. Y que nunca olvida.

Los ataques del 11 de Septiembre y el coronavirus. ¿Quién no se acuerda dónde estaba y qué hacía en el momento en que los aviones estallaban contra las dos torres? ¿Cómo separar a la persona del periodista, del editor, del fotógrafo? Los que estaban desayunando con sus hijos en ese martes sin clases hace 20 años. Los que iban a sus oficinas o se despertaban exaltados con llantos del otro lado del teléfono. O, como el corresponsal de LA NACION en Nueva York, Alberto Armendáriz, que estaba cubriendo un evento y se subió al metro para terminar a apenas 50 metros del Ground Zero, desde donde trabajó durante días y días, cubierto en polvo y anestesiado de dolor para enviar sus notas.

Hay un hilo conductor entre ambas tragedias y que nos marcó a todos los que estuvimos detrás de la noticia: el silencio. Y el miedo.

Hace exactamente 20 años, el silencio era atronador en la Redacción de LA NACION, en la calle Bouchard. En el momento exacto en el que el primer avión impactaba en la Torre Norte, los pocos editores matutinos que empezaban a encarrillar la edición impresa del día siguiente miraban atónitos las alertas de las agencias y las imágenes que irrumpían en las pantallas de televisión.

Casi al unísono, sin coordinación, cada redactor, fotógrafo, editor, secretario de Redacción, se dirigió como un zombie al 4to piso de Bouchard, a la Redacción, ese lugar donde hay que estar cuando las noticias explotan y donde uno siempre busca respuestas, explicaciones. Pero esa mañana no las había. El silencio no se interrumpía. Todos, parados con la mirada fija en las imágenes que transmitía la CNN. Incrédulos. Con lágrimas en los ojos.

Hay un hilo conductor entre ambas tragedias y que nos marcó a todos los que estuvimos detrás de la noticia: el silencio. Y el miedo.

A los editores y redactores de la sección...

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