Sí a la sanción, no a tratarlo de apestado

RÍO DE JANEIRO.- Luis Suárez no sólo no puede jugar, también fue marginado del fútbol como si fuera un apestado. Con su sanción, la FIFA parece dar a entender que las mordidas de Suárez, además de provocar una lastimadura cutánea, pueden causar alguna enfermedad contagiosa. Hay que aislarlo como a los perros rabiosos que dan dentelladas. El tema es que el problema del delantero uruguayo no se soluciona con una vacuna o un bozal, sino que seguramente necesitará de un tratamiento terapéutico, psicológico, ya que es reincidente en este tipo de agresiones. Algún mecanismo de contención mental no le está funcionando, sus raptos de inconsciencia le están arruinando su fulgurante carrera y perjudican directamente a sus equipos.Visto que las sucesivas y duras suspensiones no lo hacen replantear su conducta, su caso excede lo disciplinario y merece ser tratado por las ciencias del comportamiento. Sus antecedentes no lo ayudaban para que la sanción fuera más leve. La justicia o no de la pena está abierta a la subjetividad: para algunos es una exageración, pero otros consideran que podría haber sido peor, ya que la reglamentación facultaba a la FIFA a inhabilitarlo hasta un máximo de 24 partidos o por dos años.Queda claro que una mordida tiene una condena social y deportiva mucho peor que otras agresiones físicamente más graves para la víctima, como los codazos o planchazos. Por citar apenas un ejemplo, la FIFA no actuó de oficio con la patada de karateca en el pecho de De Jong a...

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