Una definición que quedará guardada en la memoria de la Libertadores

Año 2020. O 2024. O 2030. No importa, estamos en el futuro y en algún redacción, en alguna mesa de café o, simplemente en una reunión familiar, se enumeran grandes noches de la Copa Libertadores. Se hablará de grandes campeones, de excelentes jugadores y de partidos de fútbol devenidos en batallas entre países. Y, también, se hablará de lo que sucedió en la noche del 9 de abril de 2014...En una cancha en el Bajo Flores se desparraman cientos de sensaciones. Mientras tanto, en los televisores de todo el país, los corazones azulgranas laten con una intensidad desaconsejable para aquellos con problemas cardíacos. San Lorenzo define su clasificación a los octavos de final del torneo continental. Enfrente está Botafogo, un rival que resultó mucho más endeble de lo imaginado. Pero más, lejos, del otro lado de la cordillera, aparece otro enemigo inesperado: un tal Independiente del Valle, de Ecuador.En el Nuevo Gasómetro fue la noche de la resurrección de las radios. Los mayores, con la portátil pegada al oído. Los más jóvenes, con auriculares puestos para conseguir todas las informaciones de lo que pasaba en Chile. Y por la televisión, cualquier alma futbolera enganchada con la definición del Grupo 2. Porque lo que sucedió no quedó circunscripto solamente al mundo de los hinchas de San Lorenzo. Cualquier amante de este juego no pudo esquivar esta novela de suspenso pergeñada por los duendes del fútbol.La imagen del final lo dice todo. La medianoche golpea las puertas de un jueves con paro nacional. No importa, nadie se mueve de ningún lado. En el medio de la cancha, los jugadores de San Lorenzo forman un círculo y se abrazan. En las tribunas, la tensión se respira. El silencio se escucha. El equipo de Edgardo Bauza ya le había ganado 3-0 a los brasileños. Quedaba esperar el desenlace del partido entre Unión Española e Independiente del Valle. En el partido de los miles resultados, los ecuatorianos ganaban 5-4. Ese resultado permitía la clasificación del equipo argentino. Un gol ecuatoriano lo eliminaba.Fueron cuatro minutos de espera hasta que desde Chile llegó el final. No fueron 240 segundos, porque a veces un minuto tiene mucho más que 60 segundos. Fue una eternidad. Muchos corazones se aceleraron. Varios, directamente, estuvieron quietos, bombeando sangre sólo por inercia.Ya habían pasado unos primeros 45 minutos calmos y otros 45 dignos de Hollywood. Ya había quedado atrás una etapa inicial con el 1-0 de Héctor Villalba. En Chile, un tranquilo 1-1 que no...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR