Islamofobia, el miedo que crece en una Holanda hasta ahora orgullosa de sus valores liberales

VOLENDAM, Holanda.- Rudd Hof amarra su barca pesquera en un muelle antiquísimo, delante de un paseo repleto de turistas y tiendas que ofrecen una síntesis de tópicos holandeses: zuecos, tulipanes, quesos, molinos de viento en miniatura. "A veces miro mi país y no lo reconozco", dice Hof, de 59 años, mientras descarga cajones de arenque.

Es una angustia extendida en esta ciudad idílica de 30.000 habitantes a media hora de Ámsterdam, conocida como uno de los mayores feudos del ultraderechista Geert Wilders, que disputa el primer lugar en las elecciones de mañana. Uno de cada tres votantes lo apoyó en los últimos comicios, muy por encima del 10% que obtuvo a nivel nacional.

En Volendam casi no hay inmigrantes, pero es terreno fértil para la islamofobia que surca la sociedad holandesa. Sus pescadores y comerciantes relatan la "invasión" que perciben en sus viajes a Ámsterdam, La Haya o Rotterdam, donde es habitual ver a las mujeres con velo y oír los llamados a rezar de las mezquitas.

"No somos racistas -insiste Hof-. Queremos vivir en paz. No podemos seguir tolerando gente que no acepta nuestras costumbres, que no respeta a las mujeres y desprecia a los gays, que pretende vivir de subsidios del Estado."

Mariella van Hurd tiene pegado en la vidriera de su comercio un billete con la cara de Wilders que reparte el Partido de la Libertad (PVV) para promocionar su propuesta de sacar a Holanda del euro. "Europa significa fronteras abiertas para que llegue quien quiera. Basta ya. El país se está islamizando y el islam es sinónimo de violencia", se queja.

La oleada de refugiados de 2015 terminó de disparar el rechazo a los musulmanes en un país que recibe desde hace décadas inmigrantes de países como Turquía y Marruecos. Hoy representan alrededor del 4% de los 17 millones de habitantes de Holanda.

Esa sensación dio alas al antisistema Wilders, pero explica también la actitud menos tolerante de los partidos del establishment. Una muestra contundente fue la decisión del primer ministro Mark Rutte, liberal de centroderecha y candidato a la reelección, de impedir el ingreso al país de dos ministros turcos que pretendían encabezar el fin de semana un acto proselitista a favor de la reforma presidencial fomentada por Recep Tayyip Erdogan.

La crisis diplomática que se desató después reforzó a Rutte. Los líderes de los democristianos, los laboristas y los liberales progresistas salieron a respaldarlo.

Wilders incendió Twitter al argumentar que si no hubiera...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR